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Misión ONU en la RD Congo Agenda 2030 ES

por | Dic 22, 2021 | 2030 Agenda, África, Gente, Partners, Paz, Progreso | 0 Comentarios

Misión ONU en la RD Congo:

Abriendo caminos de futuro entre todos.

 

Fernando Rodríguez Arroyo

Ex Coordinador de Asistencia Humanitaria (OCHA)

de la ONU en Congo Región Oriental

Me pide mi amigo Miguel Ángel Velasco que escriba algo sobre mi experiencia en la República Democrática del Congo, y la verdad es que no sé ni por dónde empezar, porque estoy perdido en un mar de confusiones y no tengo certezas, sino muchísimas dudas sobre lo que ocurre allí y lo que nosotros podemos hacer al respecto. He conocido a muchas personas que, al igual que me sucede a mí, entienden menos aquel país cuanto más tiempo han pasado en él.

 

Llegué a la República Democrática del Congo por primera vez a finales de 1994 (entonces aún se llamaba Zaire) y pasé algunos meses trabajando como voluntario en una ONG médica en la ciudad de Goma, en la provincia de Kivu norte. Regresé en 1996, para participar en un proyecto de infraestructura sanitaria auspiciado por la UE. Mi última experiencia en la RDC duró algo más de cuatro años, entre 2016 y 2019, durante los cuales fui el responsable de la oficina de la ONU para la coordinación de la asistencia humanitaria (OCHA) en la región oriental del país.

La RDC es un país enorme, complejo y mal comunicado y, por tanto, difícil de conocer a fondo. Las noticias que nos llegan de allí son frecuentemente muy negativas. Nos presentan una gran crisis humanitaria que no acaba, y ni siquiera evoluciona. Aparentemente allí todo va mal, y nada se mueve en una situación poco menos que imposible. Ciertamente, las cosas son bastante más complicadas que todo eso.

 

La actividad de los grupos armados, de los que sólo en las dos provincias del Kivu nos consta que existen más de setenta, obliga cada año a cientos de miles de personas a abandonar sus hogares y emprender la huida abandonando sus medios de subsistencia. 


Aunque los intereses de los grupos armados son diversos, casi todos ellos tienen un perfil que podríamos llamar mafioso. Se dedican esencialmente a actividades económicas ilegales, tal como la explotación de minerales estratégicos, de maderas preciosas, el tráfico de animales protegidos o simplemente el robo y la extorsión de comunidades campesinas.

Naciones Unidas estima que la violencia de los grupos armados es la responsable del 92% de todos desplazamientos internos en la RDC.  

 

A menudo los desplazados ya se habían visto obligados a escapar con anterioridad de la violencia suscitada por estos grupos, o de las operaciones militares para combatirlos. Muchos sólo han conocido una vida de éxodo e inestabilidad que los ha colocado en una posición extremadamente vulnerable. Los desplazados internos suponen el grupo más numeroso de beneficiarios de la ayuda humanitaria en la RDC (aunque esa ayuda no llega a todos, ni mucho menos).

 

Las tensiones inter-étnicas también provocan el éxodo de decenas o cientos de miles de personas todos los años. En los últimos cuatro o cinco años se han producido enfrentamientos inter-étnicos muy graves en las provincias de Kivu Sur, Tanganika, Ituri o Kasai, que decrecieron en intensidad tras el proceso electoral de 2019. 

 

Las enfermedades epidémicas son otro de los principales problemas con los que se enfrenta habitualmente la población de la RDC. Aunque la información sobre su incidencia es escasa, la pandemia de COVID 19 ha golpeado con especial fuerza en un país que carece de un sistema sanitario robusto y eficaz, y su impacto en la economía ha sido particularmente devastador. Pero ya desde hace muchos años la RDC padece frecuentes epidemias de otras enfermedades tales como el sarampión y el cólera (y más recientemente el ébola). Se estima que el 98% de los casos de cólera que se producen cada año en la región central y occidental de África se dan en la República Democrática del Congo. 

Otros graves problemas humanitarios en la RDC derivan de las catástrofes naturales que suceden con relativa frecuencia, sobre todo inundaciones, terremotos y erupciones volcánicas (tales como las del monte Nyiragongo en 2002 y 2021). Finalmente, hay que tener en cuenta que la RDC tiene algunos vecinos con serios problemas internos, lo que se traduce en un éxodo constante de refugiados. Actualmente hay unos 520.000 refugiados en el país, procedentes sobre todo de la República Centroafricana, Ruanda, Sudán del Sur y Burundi. Las condiciones de vida y los medios para atenderlos en los lugares a los que llegan distan de ser ideales.

 

Aunque esta lista de lo que podríamos denominar problemas humanitarios es terrible, no es ni mucho menos completa. Algunos de estos problemas son antiguos y radican en carencias y problemas estructurales. La República Democrática del Congo ocupa el puesto 175 en la lista de 189 países inscritos en el Índice del Desarrollo Humano compilado por el Programa de las NNUU para el Desarrollo, lo que entre otras cosas quiere decir que su capacidad para recuperarse de nuevos golpes es limitada. En lenguaje coloquial podríamos decir que cada vez que se produce una nueva situación de emergencia en el Congo, llueve sobre mojado.   

 

Así las cosas es tentador caer en el pesimismo y la desesperanza y pensar que no hay solución a estos problemas, pero esta actitud no está justificada, y es muy peligrosa. Es tentador también simplificar y señalar culpables bien perfilados, tales como la mala gobernanza, la corrupción o simplemente la desidia. Ciertamente, esta visión simplista no se ajusta a la realidad.

Uno de los peligros de la visión derrotista a la que me refería es la llamada fatiga de los donantes, algunos de los cuales se preguntan de qué sirve (y de qué ha servido hasta ahora) la ayuda humanitaria enviada a la RDC si las cosas no cambian. Aquí es inevitable hacer un inciso para subrayar dos aspectos esenciales. Por un lado, y tal y como hemos explicado antes, la situación cambia constantemente y surgen necesidades nuevas cada día. Por otro, el fin de la ayuda humanitaria no es el de proporcionar soluciones a largo plazo, sino salvar vidas y estabilizar en la medida de lo posible una situación crítica. Las agencias humanitarias (ya sean gubernamentales o externas) no están equipadas ni tienen el mandato para hacer mucho más que eso, y cuando se pretende lo contrario no sólo se comete una injusticia, sino que se entra en contradicciones y en terrenos muy resbaladizos en lo que se refiere a los principios humanitarios. Sin embargo, es esencial no cejar en los esfuerzos de la ayuda humanitaria y darse cuenta de que no atender las necesidades esenciales genera aún más necesidad, y cada vez más dificultades de todo tipo (financieras, entre otras) para solucionar el problema. 

 

Hay diversas iniciativas en marcha para afianzar los logros obtenidos por la ayuda humanitaria, ligándolos de algún modo a las acciones de los llamados actores de desarrollo (programas de Soluciones Durables, Nexus, etc), aunque mi impresión es que muchas agencias humanitarias se encuentran un poco perdidas en estos “confines” de lo humanitario, que resultan a veces poco comprensibles. No ayuda el hecho de que esos actores de desarrollo tengan un despliegue muy limitado sobre el terreno, especialmente en la zona oriental de la RDC. 

Las agencias humanitarias de la ONU que trabajan en la RDC y sus organizaciones afiliadas tienen un plan de respuesta para 2021 para asistir a unos 10 millones de personas con diversos servicios de primera necesidad, y cuyo presupuesto es aproximadamente de 1.984 millones de dólares. Desgraciadamente, a mediados de diciembre de 2021 ese plan sólo está financiado en un 37%. Como hemos apuntado antes, una respuesta tenue a un problema grave es una buena fórmula para agravarlo y hacerlo intratable. 

 

Cuando yo llegué a Goma por primera vez en 1994 me encontré de repente en una escena salida del Apocalipsis, y no creo que la olvide el resto de mi vida. Cuando regresé en 2016 me pareció estar en otro sitio completamente distinto, alegre, bullicioso y optimista. Puedo decir lo mismo de muchos otros lugares de la DRC que conozco bastante bien, incluyendo su capital. Con muchos problemas espeluznantes, sí, pero distinto, y mejor también. Intenté calcular cuántas vidas se habían salvado en ese lapso gracias a acción humanitaria de los actores humanitarios y del gobierno. Cuántos niños habían recibido educación primaria, o la medida notable en la que se había reducido la mortalidad materno-infantil. Pensé en los progresos (poco menos que heroicos) de la lucha contra la polio en estos años. Pienso ahora que no mucho tiempo más tarde, en 2018, la RDC conoció las primeras elecciones democráticas desde su independencia.

Seguramente no faltan peros y pegas que ponerle a cada uno de estos logros. Pero de que lo son logros importantes y significativos, no tengo ninguna duda. Y a pesar de todas las malas noticias, del egoísmo y de las voces de desánimo que jamás faltan cuando se habla del Congo, creo que cada uno de esos logros nos señala un camino a seguir, si tenemos el optimismo, la esperanza y la persistencia necesarios para seguirlo. 

 

Fernando Rodríguez Arroyo

Ex Coordinador de Asistencia Humanitaria (OCHA)

de la ONU en Congo Región Oriental

 

 

  

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