“Una tierra, una familia, un futuro” (III)
Perspectivas de futuro
Miguel Ángel Velasco cmf
Licenciado en Teología Sistemática
Máster en Desarrollo y Diplomacia
Contestando la pregunta del comienzo
Después de hacer esta descripción del mundo en el que vivimos, ¿podemos responder a la pregunta del comienzo sobre si nuestro mundo es multipolar, bipolar o unipolar? Creo que parcialmente. Podemos afirmar que, hoy por hoy, no existe ninguna potencia que, en paridad, pueda hacer sombra a los Estados Unidos. Seguimos en un mundo en el que Estados Unidos es la verdadera superpotencia. Una vez dicho esto tendríamos que admitir que no es un poder hegemónico. A Estados Unidos, le es necesario entrar en diálogo y colaboración, por ejemplo, con la Unión Europea que, después de Trump, sabe que al otro lado del Atlántico es posible encontrar, o no, un aliado respetuoso. A los Estados Unidos le interesa la cercanía de la Unión Europea que no es, ni de lejos, tan impositiva en sus formas como USA; le interesa esa cercanía por legitimación y acercamiento diplomático a países con los que la relaciones sean, de partida, conflictivas.
Por otro lado, Estados Unidos no puede desligarse ni comercialmente ni productivamente de China, ni China tampoco lo puede hacer de los Estados Unidos; están condenados a entenderse, incluso si nos referimos a Taiwan. Las relaciones de Estados Unidos con India son buenas, pero India pone condiciones. África y América son dos actores que, tarde o temprano, reaccionarán y encontrarán una forma de hacerse oír en el mundo; no cabe duda de que sin llegar a reeditar la doctrina Monroe de “América para los Américanos”, los Estados Unidos tienen que optar por un diálogo claro con sus vecinos del sur y ayudar, no obstaculizar, la concordia y cooperación entre todos. También en el caso de sus vecinos americanos, hemos de hablar de un estilo de liderazgo dialogante y respetuoso, lejos de los intervencionismos pasados.
Dos nuevos poderosos actores están apareciendo en el concierto mundial, como agentes internacionales relevantes: Alemania, dentro de la Unión Europea y Japón, en el ámbito relacionado con los estados Unidos. Estos dos países, aceptaron de buen grado no tener ejército, en las capitulaciones al final de la Segunda Guerra Mundial; a lo largo de los años transcurridos desde entonces, a pesar de ser países punteros en tecnología, han rechazado invertir en armamento. La invasión de Ucrania por la Rusia de Putin y las derivaciones respecto a la posible, aunque improbable, invasión de Taiwan por China, han cambiado el pacifismo de Alemania y Japón, por una creciente actitud de rearme que les dará más protagonismo internacional.
En definitiva, Estados Unidos sigue siendo el árbitro del mundo y el líder del Occidente capitalista, liberal y democrático, pero necesita del diálogo y de la aceptación de las diferencias para seguir liderando el mundo. Se terminaron absolutamente los sueños de aislacionismo de EEUU, previos a las Guerras Mundiales, herencia del “islacionismo” de Inglaterra (aún no superado por ésta).
Hacia el futuro: ¿Quizá la ONU? ¿Quizá el G-20? ¿Quizá el G-7?
Muchos hablan de la inoperancia de la ONU, demostrada en su absoluta nula influencia en Afganistán o en Ucrania. Personalmente no estoy de acuerdo con esta afirmación. Creo que hay que afinar más a la hora de hacer críticas a la Organización de las Naciones Unidas. Afinando problemas nos encontramos con el Consejo de Seguridad, basado en el derecho a veto de los vencedores de la II Guerra Mundial; un órgano que lleva sin funcionar adecuadamente desde su creación. La ineficacia de la ONU hay que centrarla, fundamentalmente, es del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, no de la organización en su conjunto. Sucesivos Secretarios generales, han tratado, y conseguido en ocasiones, buscar caminos alternativos de eficacia a través de las resoluciones de la Asamblea General. La ONU, a través de su, ciertamente, intrincado Sistema de Organizaciones y órganos, ha servido y está sirviendo para transformar el mundo. El problema viene por su incapacidad de intervención efectiva en conflictos, tema reservado, en la inmensa mayoría de los casos, al Consejo de Seguridad, por lo recogido en la Carta Fundacional de la ONU.
Pensando en alternativas complementarias a la ONU, podría suceder que el “G-20” sustituyese al Consejo de Seguridad de la ONU; eso sí ampliando las competencias del foro G-20; en realidad, esa ampliación de competencias ya es un hecho. El G-20 está complementado en la actualidad, se admita o no, por el G-7 (Francia, Estados Unidos, Canadá, Japón, Reino Unido, Italia y Alemania); en realidad el G-20 nació como una especie de ampliación del G-7, incluyendo a los países emergentes económicamente hablando. Sería posible que el G-20 funcionase como una especie Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, siempre y cuando se afirme claramente que el G-7 y sus países no pueden tener ni derecho a veto ni nada semejante.
Hay analistas que claman por la convocatoria de una cumbre que, al más alto nivel, estudie la reforma de la Carta fundacional de las Naciones Unidas. Sería una cumbre pedida y aprobada por la Asamblea General y liderada por la Secretaría General. En esta cumbre deberían poderse abordar los problemas y aprobar las soluciones que diesen a luz unas Naciones Unidas del siglo XXI.
¿Quién nos manda, a los católicos, meternos en estas complicaciones?
Esta podría ser la pregunta que, como cristianos católicos, miembros de parroquias, colegios, comunidades de vida religiosa, nos podemos hacer. ¿De qué nos sirve estar enterados de lo que pasa en el mundo? ¡No podemos hacer nada! Siempre he pensado que el compromiso social del cristiano está siendo olvidado por algunos o muchos de nosotros. La encíclica “Fratelli Tutti”, en línea con toda la Doctrina Social de la Iglesia, insiste en la importancia de tomar el mundo en su totalidad como nuestra responsabilidad.
Estoy escribiendo estas líneas justo en la semana última de Pascua, la que se sitúa entre la Ascensión y Pentecostés. La urgencia de Jesús para que continuemos su labor evangelizadora al mundo entero sobrevuela de manera especial mi reflexión de este artículo. El mensaje del Evangelio, entero y completo, nos lo presentó el Padre Dios en su Hijo Jesús; ahora lo que nos queda es continuar la “encarnación” de la Buena Nueva de Jesús en cada situación concreta. La acción del Espíritu del Padre y del Hijo llega siempre al corazón de aquél quiere ayudar a transformar este mundo en “Una tierra, una familia, un futuro”, según lo que Dios Padre quiso.
No es fácil saber hacia dónde se encamina el mundo ni cuál va a ser la conformación de las relaciones internacionales en el Siglo XXI o en el Siglo XXII; muchas son las incertidumbres y muy pocas las certezas. Pero lo que está claro es que Dios nos pide que nos impliquemos con nuestra sociedad, para mejorarla. Se necesitan cristianos con profunda experiencia del Espíritu de Jesús (vocacionados), que actúen en la política local, nacional e internacional. No podemos lamentarnos de la situación de la política nacional o internacional sin comprometernos, de alguna manera a transformarla.
El compromiso social de todo cristiano implica la participación en los asuntos de “la polis”, de la sociedad. Hemos de reconocer la urgencia de tener personas Vocacionadas, al servicio de nuestro mundo, desde la acción política militante, en lo local, lo nacional o lo internacional. Es, cada día, más importante la presencia de los cristianos comprometidos, en estos ámbitos. Sin cristianos comprometidos en la política no existiría hoy, por ejemplo, la Unión Europea o la Declaración Universal de los derechos Humanos. Tanto para lo primero como para lo segundo, fueron necesarios cristianos como: Robert Schuman, Jean Monet, Alcide De Gasperi, Konrad Adenauer o Eleanor Roosevelt. Así que, si alguno de vosotros o de vuestros hijos quiere emprender esta dificilísima labor de ser cristiano y político, que nadie lo impida, antes bien, todos habremos de comprometernos a ofrecernos de apoyo en su vocación.
“Para hacer posible el desarrollo de una comunidad mundial, capaz de realizar la fraternidad a partir de pueblos y naciones que vivan la amistad social, hace falta la mejor política puesta al servicio del verdadero bien común. En cambio, desgraciadamente, la política hoy con frecuencia suele asumir formas que dificultan la marcha hacia un mundo distinto.” Papa Francisco, “Fratelli Tutti”, n. 154.
Miguel Ángel Velasco cmf
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