Pediatrie. Kimbondo
Una Gobernanza global solidaria
Alex forma parte del equipo de fisioterapeutas del Club de Futbol Valencia. Es una de las muchas personas que han querido emplear su tiempo en ayudar a los más vulnerables. Primero estuvo un mes en VAROD, Sri Lanka, un centro para atención a las víctimas de la guerra de los Tigres Tamiles. Posteriormente otro mes, en Sumanahali, India, que es casi una ciudad donde se atiende a leprosos y a sus familias. Por fin, este pasado verano, fue a Kimbondo. Te pido que dejes de leer, por un momento, y trates de responder a esta pregunta: ¿en qué país está Kimbondo?
Muy posiblemente no habrás podido contestar: República Democrática de Congo. Allí pasó tres semanas de sus vacaciones ejerciendo de fisioterapeuta, que es lo suyo, con los cientos de niños, adolescentes y jóvenes que viven en este centro. Los residentes de la Pediatrie de Kimbondo proceden de las calles de la ciudad; fueron abandonados allí por sus malformaciones psíquicas y físicas. Alex seguro que volverá a Kimbondo pero, hasta entonces, hace lo que puede: pedir solidaridad para poder enviar recursos. Hasta allí ha llegado ya el COVID-19. No traigo aquí esta historia para concluir pidiendo dinero, sino para presentar un ejemplo de generosidad de entre los millones que podemos encontrar en la humanidad, HOY MISMO.
El Coronavirus es algo semejante a un tsunami. Primero se vive ajeno a él; después, presientes que algo extraño y tremendo va a ocurrir; finalmente se ve venir una ola como muralla infranqueable; pero sólo cuando el agua lo inunda todo, caes en la cuenta de lo qué realmente supone. El COVID-19 está siendo un tsunami que recorre el mundo entero. Hospitales desbordados, residencias de ancianos casi transformadas en trampas mortales, soledades inmensas en la enfermedad y en la muerte, despedidas imposibles a los seres queridos, calles vacías, despidos del trabajo, empresas cerradas. En todos nosotros, la esperanza de que esto termine lo antes posible. Esta situación se está viviendo ya en Asia y Europa, se está empezando a vivir en América y se vivirá en África. El dramatismo, aún siendo intenso en Europa y EEUU, será mucho mayor en lugares con sistemas sanitarios y económicos más débiles. La crisis del Coronavirus va a representar un nuevo punto de partida para muchas cosas en nuestro mundo.
Dicen que las situaciones difíciles sacan lo mejor y lo peor de cada persona; son momentos en los que se ve nítidamente de qué está hecho cada uno. Lo mismo pasa con los grupos humanos y esto sucede, ahora, con la humanidad entera, con el COVID-19. Me sorprende que el fraude en Internet se haya incrementado y que incluso se hayan inventado virus para bloquear el sistema informático de los hospitales. Me indigna ver cómo los “fondos buitre, sin rostro” pero con una cabeza que decide, juegan con las empresas haciendo que pierdan su valor en bolsa para comprarlas a costa de hundirlas. Me parece increíble la falta de solidaridad de los países que cierran sus fronteras a la salida de medicamentos e, incluso, roban envíos, ya comprados, desviándolos a otros países. Quizá las personas responsables de todo eso nunca han mirado a los ojos de los muertos que causan sus acciones. ¡Qué diferencia tan grande entre interpretar estadísticas e interpretar rostros humanos con nombre concreto!
Los que llevamos este blog somos cristianos que creemos profundamente en la bondad del ser humano: “y vio Dios que todo era bueno” (cfr. Gn. 1); “y creó Dios al hombre a su imagen” (Gn. 1,27). Es cierto todo lo recogido en el párrafo anterior, e incluso se podrían añadir más cosas. Durante los últimos decenios hemos tenido ya muchos avisos sobre la falta de solidaridad: somos una sola humanidad y hay muchas situaciones que sólo se resuelven si las abordamos unidos, pero no hemos hecho caso. Ahora bien, junto con todo lo malo, hay infinidad de cosas que nos hablan de la inmensa bondad y potencialidades del ser humano. Hay muchos “Alex” en nuestro planeta que están dejándose la vida, por amor, en favor de los demás. Por qué no pensar que es posible un mundo mejor en el que, por ejemplo, la Comunidad Europea cumpla realmente con los fines que la inspiraron. ¿Por qué no puede ser posible que EEUU y China lleguen a una colaboración por un mundo nuevo? ¡Solos no podemos! Lo decía hace muy pocos días el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, afirmando la necesidad de una clara opción por una gobernanza mundial más efectiva. Hay que dar pasos adelante. Somos una sola humanidad viendo en una sola Casa común. Hemos dejado de ser Norte-Sur para ser una humanidad de la que forman parte África, América, Asia, Europa y Oceanía.
Vamos a entrar en la Semana Santa. La vida de Jesús es expresión de la confianza y el compromiso totales de Dios con la humanidad. Una clara llamada a los que creemos en Él a continuar su labor: impulsar un mundo más fraterno, de hijos de Dios. A veces pareciera que nuestra humanidad es un desierto inhóspito; a veces parece que las ofertas tentadoras del Poder, del Tener y del Poseer, ganan la partida. El mundo que quiere Jesús que está basado en las Bienaventuranzas, no en las tentaciones del desierto. El último día de la Semana Santa no es el Viernes Santo, es el Domingo de Resurrección.
Nuestro Padre Dios nos creo para que fuésemos una familia de hermanos. Será bueno que, esta Semana Santa, nos sintamos interpelados por un Jesús que nos pide implicarnos en la construcción de estas nuevas claves de generosidad y gobernanza globales. No estamos solos. Hay muchos que buscan lo mismo. Además, nosotros, cristianos, creemos que el Espíritu impulsa la humanidad entera hacia esos ideales. ¿No?
Miguel Ángel Velasco cmf
0 comentarios