Si la democracia está en peligro, ¿qué hacemos los católicos?
Miguel Ángel Velasco cmf
Doctor en Pedagogía
Licenciado en Teología Sistemática
Master en Desarrollo y Diplomacia
Dedicado a mis alumnos de Religión de Segundo Bachillerato Claret de Madrid.
El título de este artículo no creo que esté fuera de contexto o sea especialmente alarmista. Presento en él una breve reflexión sobre los peligros reales, con nombres y apellidos; lo que deberíamos entender por democracia; los caminos para reforzar la vida democrática y finalmente la actitud que los católicos debiéramos tener ante la política. Dedicado a mis alumnos de Religión de Segundo Bachillerato Claret de Madrid
Unos años turbulentos y clarificadores
Las turbulencias sociales no han dejado de sucederse durante estos últimos años. A la aparición de líderes populistas con todo tipo de denominaciones políticas como Nicolás Maduro, Donald Trump, Jair Messias Bolsonaro, Boris Johnson, hay que sumar nombres de dictadores como Xi Jinping, Vladimir Putin o Kim Jon-un. Podríamos repasar más nombres y más países, pero sólo he querido poner algunos ejemplos. Dos modelos de organización política se han presentado mutuamente como alternativas: la democracia y la autocracia. No cabe duda de que todos los países tenemos un poco de los dos extremos, aunque, tampoco cabe duda, de que el régimen político chino no es semejante al de la Alemania Federal.
Durante estos últimos años hemos venido escuchando propaganda de cómo regímenes dictatoriales como el chino son más efectivos en la resolución de conflictos y problemas. Parecía que China había controlado mucho mejor la epidemia del COVID-19 que los países occidentales y que su PIB crecía muy por encima de la media de los países de la OCDE. Más aún, China aparecía como un país muy generoso con países de Asia, África y América, a la hora de conceder créditos para la construcción de infraestructuras civiles. Al poco tiempo, con la relativa superación de la pandemia del COVID-19 y la invasión de Ucrania por Vladimir Putin, la mayoría de estas afirmaciones se han revelado como, simple y llanamente, mentiras.
China está teniendo una profunda crisis de crecimiento en su PIB, no ha sabido controlar la COVID-19 y continúa con una fuerte represión social, especialmente con las minorías musulmanas; respecto a la generosidad de los créditos, están siendo utilizados para manejar políticamente a los países receptores. Si nos referimos a Rusia, las sonrisas de Putin junto con sus buenas palabras de antaño, se han demostrado como profundamente falsas, especialmente para Ucrania. Ha quedado meridianamente claro que la autarquía promovida por China y Rusia no es el ideal, por lo menos para las personas que no detentan el poder en esos países. Creo que (casi) todos nos hemos alegrado de vivir en democracias, pero “no es oro todo lo que reluce”.
Mejorar la democracia en todos los países
En febrero de 2023, aparecía un artículo en la revista Foreign Affairs, firmado por Samantha Power, titulado “Cómo puede ganar la Democracia” (“How Democracy can win”); en él recogía cuáles han de ser las prioridades para promover la democracia: “…apoyar a los medios de comunicación independientes, el Estado de derecho, los derechos humanos, la buena gobernanza, la sociedad civil, los partidos políticos pluralistas y las elecciones libres y justas”. Samantha es Administradora de la Agencia para el Desarrollo Internacional de los Estados Unidos. Creo que todos estamos de acuerdo en que promover lo mencionado en su artículo; es básico para desarrollar la Democracia en aquellos países que sueñan con ella. El tema es que, como el planteamiento de la Agenda 2030 nos ha señalado, no tenemos que fijarnos sólo en promover lo mencionado por Samantha en los países que no tienen democracia.
Hemos de cuidar y mejorar la democracia también en aquellos países que se llaman democráticos o, incluso, en aquellos que llevan siéndolo desde hace muchos años. El asalto al Congreso de los Estados Unidos, la primera nación con estructura democrática en la historia, nos indica la importancia considerar seriamente lo dicho por Samantha Power. Pero no es sólo Estados Unidos; hemos de analizar la situación de cada democracia del mundo; de la democracia concreta en la que quizá vivimos. ¿Tienen el Gobierno de nuestra nación, los partidos políticos y los políticos en general, la conciencia de que han sido elegidos para servir a los ciudadanos? ¿Qué habría que hacer para sea una realidad en nuestro país, en el caso de que no tengan esta conciencia?
La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, titula el objetivo 16 de esta manera: “Promover sociedades pacíficas e inclusivas para el desarrollo sostenible, facilitar el acceso a la justicia para todos y construir a todos los niveles instituciones eficaces e inclusivas que rindan cuentas”. La Asamblea General de las Naciones Unidas quiso relacionar la paz estable con la creación de instituciones estables y verdaderamente democráticas. En realidad, esta vinculación entre Paz, Justicia y Democracia no es más que la explicitación del contenido de la Carta Fundacional de las Naciones Unidas. Podemos recordar algunas de las metas de este ODS: “garantizar la igualdad de acceso a la justicia para todos” (16.3); “Reducir considerablemente la corrupción y el soborno en todas sus formas” (16.5); “Crear a todos los niveles instituciones eficaces y transparentes que rindan cuentas” (16.6); “proteger las libertades fundamentales, de conformidad con las leyes nacionales y los acuerdos internacionales” (16.10); “Fortalecer las instituciones nacionales pertinentes, incluso mediante la cooperación internacional, para crear a todos los niveles, particularmente en los países en desarrollo, la capacidad de prevenir la violencia y combatir el terrorismo y la delincuencia” (16a)
La democracia, el pueblo y los políticos
Una mejor democracia no se define por tener un número abultado de votaciones para elegir a los gobernantes. En un país, se pueden tener muchas votaciones y descubrir que son amañadas; se pueden tener leyes fundamentales basadas en los Derechos Humanos y burlarlas a base de que el poder ejecutivo manipule los poderes legislativo y judicial, o simplemente se puede tratar de asaltar el poder, con pretendida legitimidad, por afirmar que el resultado de las elecciones estaba amañado. La esencia de la democracia está definida en el significado del término mismo “Gobierno del Pueblo”, en el que reside la soberanía nacional. No es que una vez elegidas las personas del gobierno, la soberanía deje de estar en el pueblo y pase al Poder Ejecutivo. El sentido que tienen las elecciones es que el Pueblo elige las personas que le van a servir durante un periodo determinado de tiempo. Por esta razón es tan importante potencias las organizaciones y estructuras de la Sociedad civil. El Gobierno de una nación, junto con toda la clase política, ha de sentirse al servicio del pueblo; son elegidos para servirle.
Quiero traer, en este momento, una reflexión del Papa Francisco sobre la importancia y la misión de los políticos, tomada de su encíclica Fratelli Tutti.
“Esto provoca la urgencia de resolver todo lo que atenta contra los derechos humanos fundamentales. Los políticos están llamados a «preocuparse de la fragilidad, de la fragilidad de los pueblos y de las personas. (…). Las mayores angustias de un político no deberían ser las causadas por una caída en las encuestas, sino por no resolver efectivamente «el fenómeno de la exclusión social y económica, con sus tristes consecuencias de trata de seres humanos, comercio de órganos y tejidos humanos, explotación sexual de niños y niñas, trabajo esclavo, incluyendo la prostitución, tráfico de drogas y de armas, terrorismo y crimen internacional organizado. Es tal la magnitud de estas situaciones y el grado de vidas inocentes que va cobrando, que hemos de evitar toda tentación de caer en un nominalismo declaracionista con efecto tranquilizador en las conciencias. Debemos cuidar que nuestras instituciones sean realmente efectivas en la lucha contra todos estos flagelos».” (FT, 188).
Francisco define perfectamente la razón de ser de la acción política. Cierto que la política y los políticos, están desacreditados; y eso es una desgracia. Una desgracia a la que hemos de poner solución, porque solamente personas y grupos de personas que lideren los países pueden ser los que lleven a esta humanidad hacia un mundo mejor. Los políticos han de asumir sus responsabilidades y entender su actuación como un servicio al pueblo. Esta afirmación no está en contra del sistema de partidos; todo lo contrario. Las formas concretas por las cuales se ha de servir a un país son en gran medida opinables y, por lo tanto, lo mejor es canalizar esta diversidad a través de grupos de opinión-acción: los partidos. Eso sí, afirmar la existencia de los partidos implica: primero no caer en partidismos con sus disciplinas férrea de opinión segundo tener una actitud de diálogo con las otras maneras de pensar y decidir, para buscar lo mejor para el país.
Una sociedad con valores democráticos, para tener los políticos adecuados
Los políticos nacen en un contexto concreto; en una sociedad concreta, en un país concreto. Es crucial para que la democracia funcione es que la misma sociedad se articule y sea protagonista de su dinámica política. Desde este supuesto podemos asumir como propios: los principios presentados por Samantha Power, las metas del ODS 16 y las afirmaciones del Papa Francisco. Si es la sociedad entera la vive estos valores y actitudes, de ella saldrán políticos que las vivan y nos ayuden a vivirlas.
Muchas son las acciones y muchos los dinamismos y proyectos propios de una sociedad que tenga la democracia como ideal de funcionamiento social. Pero hay algo que toda sociedad democrática ha de cuidar con esmero si quiere no sólo mantener el talante democrático sino aumentarlo, teniendo excelentes políticos: el sistema educativo. Uno de los ejes fundamentales de nuestros procesos educativos ha de ser la educación en formas y criterios democráticos. Para esto son necesarios: el análisis de la realidad, el aprendizaje de valores, la crítica fundamentada, el debate sobre ideas basado en el estudio serio de los temas a debatir, la experiencia de vida en grupo de alumnos y docentes distintos y respetuosos con una diversidad que nos ha de enriquecer.
Conclusión para católicos
Estos temas se sitúan directamente dentro de los principios de la Doctrina Social de la Iglesia. No podemos dejar que una línea de formación y de pensamiento que vino a resolver tantos problemas vividos en el Siglo XIX y XX se pierda. Los cristianos-católicos hemos de adentrarnos con decisión en el estudio de la Doctrina Social de la Iglesia y, en concreto, en el estudio de la Laudato Si y la Fratelli Tutti. ¿En qué ámbitos?, en los colegios, parroquias, centros de formación de evangelizadores, comunidades religiosas y grupos de presbíteros. Un estudio que ha de llevar clara y decididamente a la acción y al compromiso político de los laicos y las comunidades; pero compromiso político de calidad, como es el compromiso del que habla Francisco en la Fratelli Tutti y la Laudato Si: en línea con la tradición de la Doctrina Social de la Iglesia.
Miguel Ángel Velasco cmf
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