Incendios forestales en España. ODS15 (II)
“Vida de ecosistemas terrestres”
Francisco Javier Plaza Martín
Ingeniero de montes
En este segundo apartado se pretende concienciar hacia dónde se debe focalizar la problemática de los incendios forestales, evitando caer siempre en el mismo error que consiste básicamente en centrarse únicamente en la mera extinción.
Como se ha expuesto en la primera parte, los niveles de aprovechamiento de biomasa en sus diversas modalidades han descendido notablemente o incluso se han abandonado extensos macizos forestales y el combustible ha aumentado exponencialmente. Por otra parte, muchos de los sistemas forestales se encuentran fuera de su rango de desarrollo óptimo. Los grandes incendios forestales de dimensiones descomunales, que son los menos en el cómputo numérico total, pero queman casi toda la superficie cada año, quedan fuera de la capacidad de cualquier dispositivo de extinción. La paradoja de la extinción.
Los incendios forestales se pueden clasificar por generaciones teniendo en cuenta cómo se comporta el fuego en relación con el terreno en el que se desarrolla, su intensidad y su capacidad. Se habla de incendios de sexta generación aquellos que son muy difíciles de extinguir, ya que liberan tal cantidad de energía que son capaces de modificar las condiciones meteorológicas del entorno siendo imprevisibles y provocar incluso tormentas de fuego.
Las causas básicas que alimentan los grandes incendios forestales son básicamente: el aumento y continuidad del combustible ligado al abandono de la actividad primaria como se comentó en la primera parte, con la despoblación como causa subyacente, y todo ello en un contexto global de cambio climático.
El cambio climático lo que supone es predisponer en mayor número de ocasiones a la vegetación a estar disponible para arder y aumentar las posibilidades a que se den las circunstancias que produzcan un gran incendio forestal y se retroalimenten. Pero tampoco es de recibo que se achaquen los grandes incendios forestales al cambio climático, porque eso es eludir responsabilidades, aunque los esfuerzos que haga la sociedad para aminorar la progresión del cambio climático y sus consecuencias sean muy necesarias y loables. Es como responsabilizar a algo etéreo. Donde se puede actuar es en el territorio, en los ecosistemas y aquí es donde fallamos.
Un aspecto fundamental es incidir en la prevención. En España se ha dejado en un segundo plano este aspecto destinando la gran parte de los medios a la mera extinción detrayendo recursos de la prevención y gestión del territorio y de los bosques. Obviamente esto es una respuesta muy parcial ante un problema y dista mucho de la solución como se ha intentado exponer. La prevención es menos vistosa pero económicamente más rentable. Invertir en verde y no en negro.
Por otro lado, las medidas de las sociedades urbanas están obsesionadas con “conservar” bosques y áreas protegidas condenándolas como algo estático, como si fuera un cuadro y se metieran en un congelador, mediante políticas estáticas e incluso segregacionistas de los usos que han configurado esos ecosistemas socioculturales. Se llega hasta el extremo que la normativa impide tomar las medidas preventivas más básicas. Nada más lejos de la realidad, el fuego hará su trabajo.
Pero hay que ir más allá. La prevención clásica tanto activa como pasiva como la eliminación parcial de combustible, vigilancia, establecer áreas cortafuegos, infraestructuras básicas, medidas de concienciación, información, planificación o perímetros en la interfaz urbano-forestal en torno a núcleos de población no es suficiente. No se logrará atajar el problema.
La clave es generar bioeconomía en torno a los recursos naturales, generar aprecio y apego a los bosques, a la tierra y que sea la principal actividad preventiva como lo fue en el pasado. Es fundamental revitalizar la actividad primaria. Ya no tenemos el sistema agrario tradicional, ni aquellas personas que lo vivieron, pero existe una tecnología actual y la que está por venir que lo puede hacer posible mediante la colaboración público-privada.
Potenciar la ganadería extensiva que nos da productos de calidad, recuperar el “fuego bueno” como práctica ancestral mediante quemas prescritas y fuego técnico en baja intensidad para favorecer espacios abiertos y pastizales, determinadas actividades cinegéticas, cierta agricultura de montaña, y cómo no, la más básica, el cuidado de los bosques a través de la selvicultura y la gestión forestal. Todo ello nos da productos de calidad, moviliza recursos naturales renovables, regenerables, biodegradables, energía, biomateriales y mantienen los territorios y personas ligadas a la tierra y sus recursos, como valedores de un legado que beneficia a toda la sociedad.
Arriba izquierda. Selvicultura para graduar densidades obteniendo madera. Arriba derecha. Resultado de la graduación de espesuras para ecosistemas con menor combustibilidad. Rebaño de ovejas que mantiene pastizales de gran valor ecológico y proporcionan carne, leche y lana. Mantienen dehesas y sistemas en mosaico comportándose como verdaderas áreas cortafuegos. Abajo izquierda. Viñedo de la Ribeira Sacra. Abajo derecha. Obtención de leñas para mejorar robledales, mantenimiento de pastizales y dehesas por ganado en extensivo.
Sin estas actividades no habrá “vida de ecosistemas terrestres”, no podremos evitar la desertificación, ni proteger la biodiversidad, ni realizar gestión forestal sostenible, ni restauración de ecosistemas, ni generar espacios y oportunidades a los dispositivos de extinción ante los grandes incendios forestales, y mucho menos condiciones de seguridad para sus componentes y para la población.
Mientras no se adopten estas medidas más allá de la mera extinción, seguiremos escuchando, visualizando y habituándonos en la sección de sucesos de todos los medios informativos, se quema otro monte, otro bosque, otra sierra, otra área protegida… otro año más.
Un problema tan complejo no puede ser resuelto con soluciones simples. Mantener el músculo óptimo y adecuado de la extinción y aumentar su formación, pero no invertir más en mera extinción que es la solución fácil. No es ni siquiera conveniente y puede ser hasta contraproducente. Aumentar la inversión en prevención clásica es necesario. El camino más largo y correcto, pero más económico y seguro, es atajar las causas subyacentes. Yendo más allá a través de una bioeconomía en torno a los recursos naturales, que mantengan paisajes diversificados, resilientes, profesionales en el territorio y actividad económica en torno a los recursos naturales renovables primarios con multitud de sinergias y beneficios para la sociedad y la naturaleza.
Francisco Javier Plaza Martín
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