Juan José Gutiérrez Quinteros cmf
Roma Banchi Vecci
Tengo 31 años de edad, soy de El Salvador y he sido destinado a la provincia de Sanctus Paulus. Llegué a Roma hace dos años y actualmente vivo en la comunidad claretiana de Banchi Vecchi, situada en la zona céntrica de Roma. Actualmente estudio y colaboro en “el centro de escucha”, un proyecto coordinado por P. Franco Incampo cmf, y asumido por un grupo de laicos comprometidos.
Desde su origen, el proyecto surgió con el objetivo de atender a las personas más vulnerables a través de la acogida, la escucha y la ayuda a sus necesidades básicas. Actualmente el servicio que se brinda abarca tres días de la semana; los domingos se distribuyen 250 almuerzos. Los lunes se reciben a unas 200 personas, se conversa con ellos y se les ofrece asistencias primarias: articulos de higiene y bolsas de ayuda con alimentos básicos. También se gestionan ayudas con el Vicariato de Roma, la Limosnería Apostólica de la Santa Sede, y otras organizaciones que colaboran con el centro. Los días miércoles, se reciben unas 50 personas; se les brinda un desayuno y ropa en condiciones optimas.
Desde que llegué, me pareció un proyecto muy interesante, pues considero es un antidoto ante la indiferencia, el egoismo y la deshumanización que actualmente nos amenaza. Además, porque nos hace salir al encuentro de los demás, especialmente de los más pobres: “destinatarios privilegiados del Reino”. Y a nosotros como consagrados, nos hace ser más conscientes de que “no se puede ser claretiano como si los pobres no existieran”[1].
De modo que, mi primer contacto con esta experiencia, me ha motivado para seguir asumiendo mi vocación misionera. Estar dispuesto para los demás, y a mirar la vida desde una perspectiva más amplia. ¡Nuestro estilo de vida misionera no puede ni debe limitarse a los actos liturgicos sin más! Hay gente que diariamente la está pasando mal y esperan de nosotros ser escuchados y atendidos. Considero que el P. Franco Incampo ha percibido, comprendido y asumido bien la integración de ambos aspectos. El mismo Papa Francisco exhorta en estos tiempos, a “escuchar aún con más fuerza la llamada de la Iglesia a resaltar mucho más en nosotros, con audacia y creatividad, la opción por los pobres y desplazados”[2]. Son estos los huespedes que nos visitan en el “centro de escucha”: pobres, desplazados, ancianos. En ese sentido, me atrevería a decir que, este “Centro”, en su pequeñez y sencillez, encarna el Evangelio: “porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, era migrante y me recibieron, estaba desnudo y me vistieron, estaba encarcelado y me vinieron a ver” (Mt 25,35).
La difícil situación que estamos viviendo por la crisis que se ha generado con la pandemia del Covid-19, ha aumentado el numero de personas que requieren atención, y el servicio corre el riezgo de ir perdiendo su objetivo original. Ante ello, mi colaboración en el proyecto consiste en conversar con las personas, recavar información, e inscribirles en el programa de asistencia de este “Centro”, en vistas a un servicio más organizado. Lo que más me ha impactado en este contacto con la gente, es la multiplicidad de proveniencias, muchos de ellos refugiados, obligados a salir de sus paises por la violencia o la pobreza. En un país extranjero, sin documentos ni muchas posibilidades. Ante esta realidad, este “Centro”, como muchos otros en Roma, son como un oasis, una bendición para estas personas. Un espacio en que se sienten escuchados y acogidos.
También para los voluntarios es un espacio de mucha ayuda. En una ocasión me conpartía una señora voluntaria: “la primera vez vine por curiosidad, siempre he sido bastante esceptica con las cosas de la Iglesia, pero aquí me tienes, tratando de servir en todo lo que puedo; es más, creo que esto me está devolviendo mi fe”. La gente quiere ver signos, gestos y acciones que den credibilidad a nuestras palabras.
Por último, con todo el trabajo extraordinario que ya se está haciendo, me parece que ante la demanda del proyecto, cada vez más grande, plantea algunos desafíos específicos: pasar del asistencialismo a un proyecto que de continuidad a los procesos de: «acoger, proteger, promover e integrar a los desplazados internos»[3]. Establecer una mayor organización de cara a un mejor servicio, y formar a más voluntarios para realizar un trabajo más eficaz.
Juan José Gutiérrez Quinteros cmf
0 comentarios