Mujeres, desigualdad y la violencia en Colombia. ODS 5
En Colombia la desventaja histórica de las mujeres (lamentablemente naturalizada durante mucho tiempo) se refleja en su alto grado de vulneración, por ejemplo, ellas se ven forzadas a aceptar trabajos degradantes, mal pagados o en condiciones de empleo informal, en general ellas trabajan más horas de las pactadas laboralmente, además tienen que hacer casi todas las tareas domésticas: atender a los hijos, la cocina, la limpieza, sin que sus compañeros se impliquen de manera equitativa. La situación de las mujeres que trabajan no es favorable, pero al observar su realidad y las condiciones de las que dependen económicamente, el resultado es desolador. Una proporción muy elevada de mujeres (a diferencia de los hombres) no tienen ingresos propios, y esto ha contribuido a que se reproduzcan patrones de sumisión por parte de las mujeres y de maltrato verbal, psicológico y físico hacia ellas por parte de los varones, pues la falta de autonomía económica es una de las causas más recurrentes para legitimar estos abusos.
Estas situaciones no permiten la dignidad para las mujeres a quienes además le son vulnerados otros derechos como el de la salud y la alimentación adecuada. Afortunadamente, la situación de las mujeres en lo referente a la educación ha mejorado, han logrado mejores niveles de promoción que los hombres, esto las hace más competitivas y deja pensar que su interés por educarse es mayor.
Las formas de violencia contra las mujeres cobijan un sinnúmero de elementos de presión y maltrato, fruto de la naturalización de las prácticas violentas basadas en género y las derivadas del conflicto armado dentro de una compleja situación de intersecciones que traen consigo marginación, éxodo, deficiencia en la calidad y el acceso a la educación, pocos escenarios inclusivos para mujeres y niñas, dentro de una cultura machista interiorizada por ambos sexos y un amplio margen de impunidad. Las mujeres no logran en este contexto, acceder a niveles de participación económica, organizativa, política, ni mucho menos en espacios de toma de decisiones, por lo tanto, necesitan fortalecer sus procesos comunitarios de modo que esto les permita construir planes organizativos y estrategias económicas contrarrestando con ellos las afectaciones a la vida, la integridad y la seguridad que sufren.
Algunos datos importantes:
-A 2019, la brecha salarial entre hombres y mujeres era del 21% a pesar que las mujeres colombianas superan a los hombres en el aspecto educativo.
–Colombia ocupa el puesto 110 a nivel mundial en participación de la mujer en política entre 193 países
-Tienen una participación menor al 20% en cargos de elección popular.
-En 2019 fueron asesinadas mas de 500 mujeres, 90% de impunidad sobre los feminicidios denunciados.
-El 74% de las colombianas ha sufrido violencia de género.
-El 10% ha sufrido violencia sexual (más de 40.000).
-El 37% de las mujeres en Colombia ha sufrido algún tipo de violencia física.
-El margen de impunidad con las mujeres víctimas es del 97% según el Instituto de Medicina Legal.
-Más de 30.000 víctimas de violencia sexual en el conflicto armado, más del 90% de ellas son mujeres
Mujeres de grupos étnicos y conflicto armado
La condición histórica y estructural de discriminación, desigualdad y vulnerabilidad de las mujeres pertenecientes a los grupos indígenas y comunidades afrodescendientes, que en sí mismas resultan manifiestamente acentuadas y más graves incluso que la situación de la generalidad de las mujeres del país, también son exacerbadas a su vez por el conflicto armado, generando para ellas una mayor exposición a los riesgos de género aquí reseñados y son barreras importantes para alcanzar las aspiraciones de la agenda de los ODS 2030.
El conflicto colombiano, desarrollado fundamentalmente en la periferia colombiana afecta principal y ampliamente a mujeres pertenecientes a grupos étnicos: del total de mujeres identificadas como víctimas 385.921 son afrodescendiente mientras que 94.944 pertenecen a grupos indígenas del país, siendo indispensable añadir que en función de su pertenencia étnica el grave riesgo en el que se encuentra la existencia de su cultura y territorio ancestral son factores determinantes.
En esta medida, ha sido demostrado por diversas fuentes que es la población que con mayor dureza ha sido afectada por los crímenes, las injusticia e inequidades que forman parte constitutiva tanto de la violencia armada como del desplazamiento y la condición de víctima. La comisión Interamericana de Derechos Humanos señala en un informe especial, que la situación de las mujeres indígenas y afrodescendientes es particularmente crítica al ser víctima de múltiples formas de discriminación por causa de género y etnia.
Desde que nacen enfrentan dos estratos de discriminación: el primero por pertenecer a su grupo étnico y el segundo por su sexo biológico. Al estar expuestas históricamente a dos formas de discriminación, son doblemente vulnerables a ser abusadas y victimizadas por los grupos armados en su lucha por controlar recursos y territorios, pues estos actores explotan y manipulan factores de desventaja social en determinados grupos como estrategia de guerra y en el caso de las mujeres indígenas y afrodescendientes, hay más de un factor de vulnerabilidad que pueden abusar.
Las mujeres víctimas del conflicto armado, de diversas etnias, territorios y edades se han visto afectadas por esta guerra a lo largo y ancho del país. Ellas han experimentado inenarrables sufrimientos y recurrentes abusos a su integridad física, sexual y psicológica. La intersección entre el género, la etnia, la edad y la localización en el territorio de conflicto opera profundizando las discriminaciones contra las mujeres. (Tomado de: La Verdad de las Mujeres Víctimas del Conflicto Armado en Colombia (Tomo II. Ruta Pacífica de las Mujeres 2013).
Es importante ser enfáticos en que al hablar de desigualdades de género se habla de las que atraviesan a la MITAD de la población mundial y que estas desigualdades son una de las principales barreras para alcanzar el desarrollo humano, razón por la cual cobra especial relevancia la consigna de los ODS de “no dejar a nadie atrás”. En Colombia son enormes los retos para avanzar hacia las 16 metas de género que se encuentran en la agenda ODS país y para el beneficio del 51.2% de la población nacional, metas que se entrecruzan con la justicia pendiente, porque se trata de un país con uno de los mayores niveles de desigualdad y violencia socio-política en América Latina.
Desde nuestra presencia y acción en la Colombia profunda, son las mujeres quienes tejen la vida desde la mixtura del grito por justicia y el canto de alegría, son ellas quienes desde el saber y la memoria aportan a una verdad del conflicto sin la frivolidad estadística, son ellas quienes grano a grano multiplican la esperanza para levantar a familias y comunidades, de tal manera que seguiremos caminando a su lado para construir en igualdad y equidad.
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