COVID y dolor
Pilar Millán Núñez-Cortés
Coordinadora Cáritas parroquial
Me llamo Pilar y tengo la gran suerte, como otros muchos, de ser voluntaria de Cáritas. En mi caso, desde hace unos 13 años participo en la acogida de la Parroquia de Nuestra Señora del Espino, que atiende una comunidad de Misioneros Claretianos. Esta Parroquia está ubicada en el barrio de Tetuán, uno de los más castigados por el empleo precario y el desempleo desde hace ya bastantes años. El territorio al que pertenecen las familias que acoge Cáritas parroquial, se extiende por un laberinto de calles y casas variopintas, incluidas viviendas sociales, en las que viven familias de todo tipo, las más de las veces hacinadas en una habitación que alquilan por precios abusivos. Se trata de familias de distintas nacionalidades predominando por este orden: latinoamericanos, marroquíes, españoles, españoles de etnia gitana, rumanos y últimamente, muchas familias en busca de un futuro y que huyen de sus países de origen buscando asilo por razones humanitarias.
Desde la acogida se comprueba que la evolución de necesidades entre la población atendida y que busca siempre que la escuchen, ha ido aumentando de forma paulatina y continuamente. Ya durante el año 2019 se observó una afluencia de familias que jamás antes habían necesitado ayuda para cubrir necesidades básicas. Llegó a ser casi el doble de años anteriores, sobre todo para solicitar alimentos. Las razones han sido una crisis económica larvada que llevaba a empleo muy precario, con sueldos que no les permitían vivir con suficiente dignidad, así como la economía sumergida propiciada por una sociedad abusiva, o, en muchos casos, por la incapacidad del empleador para sostener una seguridad social, o tratarse de personas en situación administrativa irregular (lo que todos conocemos como falta de papeles). Por último, muy importante ha sido la llegada de familias en busca de asilo político por razones humanitarias, mencionadas con anterioridad. En conjunto, pues, ha aumentado la población con necesidades básicas que ha acudido a la acogida de nuestra Parroquia.
La necesidad de alimentos ha crecido de forma exponencial, pero lo peor estaba por llegar con la pandemia del covid-19: todos aquéllos a la espera de documentación que les permitiera trabajar, han visto cómo los trámites se paralizaban. Además, tal y como muchos de ellos nos comentan, “qué más da, si no hay ningún tipo de empleo”. Todos los que trabajaban en economía sumergida, han perdido sus empleos e incluso a sus empleadores, personas mayores en general. Otros muchos están pendientes de ayudas económicas oficiales que llegan con lentitud, y TODOS están muy preocupados por sus deudas que van creciendo mes a mes. Aunque en este momento son intocables sus techos y suministros, saben que llegará el momento en que no será así y no podrán hacer frente a tales deudas.
Cáritas ha continuado su trabajo atendiendo y buscando alternativas para alimentar a las familias. También continúa su acompañamiento, eso sí con más dificultad, a través del teléfono y el ordenador. Nuestra labor que, básicamente consiste en acercarse a los más vulnerables, para transmitirles confianza y esperanza, se ve dificultada lógicamente. No existe ni la mirada, ni la sonrisa que impulsa la comunicación. Sólo existe la voz y la paciencia de cada voluntario que habla con ellos. Aun así, asombran su serenidad y confianza al atender nuestras llamadas y que se sientan tan agradecidos por ellas.
En estos momentos, nos espera un arduo trabajo, para intentar paliar la necesidad de algo tan básico como es la alimentación. Somos conscientes de que es necesario buscar soluciones imaginativas que permitan a estas familias mantener su dignidad, por encima de todo. La solución inmediata, una bolsa con alimentos básicos, lleva a las familias a un estado de indignación, sorpresa, tristeza, resignación…
Es el momento también de reflexionar el papel de los creyentes en una sociedad que estigmatiza y encierra a toda una generación, que ha sostenido la economía de un país y a sus propias familias; una sociedad que observa cómo toda otra generación no puede trabajar, lavándose las manos proporcionando como solución largas esperas para conseguir alimentos. Es más, ¿a qué condena esta sociedad a nuestros niños, mientras que, por un lado, reivindica la igualdad, y, por otro, toma medidas que provocarán una brecha cultural entre ellos?. Intentaremos cambiar algo?
Además de atender necesidades de todo tipo y, por tanto, disponer de medios suficientes para ello, debemos pensar que la situación no se puede mantener operativa durante mucho tiempo. Precisaremos de toda nuestra imaginación y nuestra capacidad de AMAR y evitar convertirnos en una ONG más, con lo necesarias que resultan, para mantenernos en lo que somos y siempre hemos sido, la cara amable de Cristo en este mundo, implicados en él plenamente.
Pilar Millán Núñez-Cortés
Cáritas. Parroquia N. S. El Espino. Madrid
Coordinadora Cáritas parroquial
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