Ciudadanos de un mundo llamado Tierra
Dicen los psicólogos, que una de las realidades que definen la grandeza de los seres humanos es la capacidad de abrirse a una realidad cada vez mayor. Ciertamente cada uno de nosotros llevamos dentro el sello de la relación y de la apertura al conocimiento de una realidad cada vez más amplia. Pasar el reconocimiento de la sonrisa de nuestros padres a crear una familia, es dar un salto inmenso en la toma de conciencia de quiénes somos y dónde estamos. Siempre podemos encontrar personas decidas, tengan la edad que tenga, a continuar siendo niños, como en la novela “El tambor de hojalata” de Günter Grass. Si esto sucede podemos decir que esa persona tiene un grave problema; es también el caso de los adultos que deciden ser perpetuos adolescentes. Hablemos ahora del proceso de maduración de la humanidad.
La interrelación entre las culturas, desde la explosión expansiva que tuvo lugar desde África, ha ido creciendo exponencialmente con los siglos. ¡Qué podría contarnos Lucy, la llamada abuela de la humanidad, que vivió en Etiopía hace unos 3,2 millones de años, sobre los cambios de la humanidad! Desde aquél entonces y, empezando por la civilización egipcia, ¿cuántas culturas han existido y existen? A lo largo de estos cientos de miles de años hemos ido descubriéndonos e interrelacionándonos; poco al principio y vertiginosamente en los últimos siglos. La interrelación entre unas y otras culturas ha tenido muchos hechos de dudosa catadura “humana”, visto desde la atalaya del 2020 en la que nos encontramos, pero el encuentro entre las culturas ha hecho progresar claramente a la humanidad.
Este Siglo XXI ha comenzado con fuerza, llamándonos a crecer. Como al niño que fuimos, las circunstancias nos están hablando de que estamos pasando a una nueva fase de nuestra existencia como humanidad. El fondo de la sensibilidad ecológica que recorre esta primera parte del Siglo XXI nos invita a tomar conciencia de la interdependencia de toda la humanidad; vivimos en un solo planeta que es nuestra Casa común. Las corrientes y relaciones culturales entre Oriente y Occidente que una vez estuvieron muy circunscritas a la Ruta de la seda, hoy se nos presentan en miles o millones de nuevas rutas y relaciones.
La última manifestación de está profunda interrelación tiene un nombre propio: Coronavirus “COVID-19”. Nunca jamás un virus se había diseminado tan rápidamente en la historia de la humanidad. Nunca jamás se habrá descubierto una vacuna contra un virus en tan corto tiempo, como la que será la vacuna contra el COVID-19. Ésto se ha debido, fundamentalmente, a la tremenda interrelación que todos los rincones de nuestro mundo tienen entre sí. Estamos en una época de nuestra Historia humana definida por la mundialidad; somos ciudadanos de un mundo que es UNO.
Ya se están levantando voces que llaman a un cierre de fronteras, no sólo pensando en atajar el contagio del COV.19. Algunos hablan de que el multilateralismo está acabado y fracasado; de que realidades como la Organización de las Naciones Unidas no tienen sentido. ¿No estaríamos hablando de querer volver a momentos anteriores de nuestro camino hacia la humanidad madura? ¿No sería ésta una tentación que nos devolvería nuevamente a la infancia? ¿No sería esto una especie de patología social? Pensemos, nosotros cristianos y católicos, hacia dónde se nos pide camina, si hacia adelante o hacia atrás.
Miguel Ángel Velasco cmf
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