José Antonio Benítez cmf
En Canarias, estamos viviendo un auténtico drama. Otra cosa es que seamos capaces de indagar las causas que lo produce. Por desgracia, vivimos a diario esta realidad que en unos provoca rechazo, en otros, indiferencia, y en algunos, un silencio cómplice. Pero hay también realidades eclesiales, colectivos de la sociedad civil, asociaciones, Foros, plataformas, ONGs… que no miran hacia otro lado, ni se ponen de perfil, sino que esta realidad les da que pensar. Y se despierta en nosotros la misericordia, la compasión, la esperanza, la denuncia y la búsqueda de soluciones viables, con actitudes a veces de resistencia frente a tantos rechazos.
La propia humanidad es la única que puede salvarnos, luchar por un mundo en donde la migración sea un derecho real y respetado. Y, también es fundamental plantearse muy en serio el derecho que tienen las personas a no tener que migrar.
La migración refleja, por otra parte, las carencias de los regímenes políticos y económicos. Las carencias de nuestro propio sistema. El desprecio a la dignidad humana y a la vida marca la agenda de este sistema inhumano. Las imágenes impactan a cualquier ser sensible y mínimamente consciente. Las diferentes rutas del éxodo humano tienen entre sus particularidades el común denominador del peligro y la muerte, el hambre, el racismo, las guerras, la trata, las mafias, la falta de escrúpulos por defender un mínimo la dignidad humana… La violencia estructural, la marginación histórica y los proyectos neocoloniales y el neoliberalismo marcan las causas principales de esta tragedia.
No somos pocos los cristianos del Sur de Europa los que hemos recibido una llamada para vivir y anunciar el evangelio en la realidad del descarte, la exclusión, la periferia y, en concreto, en el reto que está suponiendo, en nuestro mundo, la realidad de la inmigración. La realidad está ahí y no es neutra. Se puede mirar de manera diferente y, según sean los ojos con que se mira, la percepción es distinta, el análisis, diferente y las conclusiones diversas y hasta contrapuestas.
Es una llamada para construir el Reino de Dios, para hacer realidad el proyecto de amor y fraternidad que Dios Padre tiene para nuestro mundo. Se trata de devolver la dignidad de hijos e hijas de Dios a todas estas personas. Hoy, especialmente, clama al cielo lo que está ocurriendo en las fronteras del Sur de España, y en concreto en nuestra isla, con los inmigrantes que han llegando al llamado muelle de la vergüenza, y ahora están siendo trasladados a macro campamentos “humanitarios”, que menos humanitario tienen de todo, clama al cielo las deportaciones tratando a las personas como si fueran delincuentes. ¡El único delito que han cometido es que han llegado a Europa sin permiso y sin documentación! ¡Su único delito es una falta administrativa!
Esta realidad, a muchos nos interpela y nos invita a buscar, en actitud de discernimiento, cuál es la voluntad de Dios para nosotros en cada situación concreta. Hemos de escuchar la llamada de Dios en cada contexto y responder al profundo deseo de Dios, silenciado en medio del ruido del mundo y desviado por intereses políticos y económicos.
De nuevo, el punto clave es el discernimiento del que tanto nos habla, últimamente, el Papa Francisco, que nos posibilite responder a esta realidad social de exclusión desde lo más urgente, oportuno y eficaz, como diría el P. Claret. Para mi, el criterio fundamental de discernimiento es el Proyecto de Jesús, el Reino, contextualizado en esta coyuntura histórica.
Como misionero claretiano destinado en el barrio de las Rehoyas de Las Palmas de Gran Canaria, estoyemplazado, a pesar de todo, a ser autor de fraternidad ante este drama. Intento vivirla encarnándola con sencillez y esperanza, fomentando la comunión desde una presencia samaritana por los caminos de un mundo, muy estigmatizado, y donde el sufrimiento de estas personas tan vulnerables tiene unas resonancias muy especiales, tanto en mi comunidad claretiana, como en la comunidad parroquial que tenemos la suerte de compartir. Aspiramos a suscitar los valores del reino: la paz, la justicia, la vida y los derechos para todos, sin duda asumimos una postura profética y transformadora. Buscamos en nuestra forma de plantear y vivir la misión desde un nuevo paradigma que respete la dignidad y los derechos de cada persona.
Nuestro hermano Casaldáliga nos interpelaba a los creyentes con una propuesta profética: ¿Queremos salvar el sistema o queremos salvar la humanidad? El sistema mata. Desde la óptica concreta de acompañar a las personas migrantes es evidente que quiero estar y salvar la humanidad, y me posiciono, también hoy, de parte de los más vulnerables. Para ello es necesario un continuo discernimiento para vivir en mayor coherencia con las necesidades reales de estos hermanos nuestros.
José Antonio Benítez cmf
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