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Sombras imperiales I- ODS 17

por | Oct 8, 2022 | Partners | 0 Comentarios

Sombras imperiales I

Miguel Ángel Velasco cmf

Doctor en Ciencias de la Educación

Licenciado en Teología Sistemática

Máster en Desarrollo y Relaciones Internacionales. UNITAR

2022-2023 serán recordados como años en los que la transición hacia un nuevo orden mundial se comenzó a acelerar. Los cambios en la historia, aunque se hayan acelerado mucho desde el Imperio Asirio (S. XX – 609 a. C.) incluso desde el Imperio Romano (27 a. C. – 1453 d. C.) hasta nuestros días; todo lleva su tiempo. Dejemos a un lado el Imperio Español que, fundamentalmente, podemos dar por concluido hace más de dos siglos. La situación de desconcierto que estamos viviendo en la geopolítica actual hunde sus raíces en la conciencia imperial que aún pervive en algunos países.

Analizaremos primero la influencia del pasado imperial en los actuales conflictos mundiales. Pasaremos a preguntarnos si es posible reconstruir este mundo de relaciones internacionales. Terminaremos con una reflexión sobre el papel de los católicos en el cambio de época actual.

  1. Las raíces de los conflictos en pasados imperiales

La Unión Europea. Europa ha anhelado durante siglos la “unidad idealizada” que tuvo durante el Imperio Romano. El Sacro Imperio Romano Germánico, es el mejor ejemplo de este deseo. Siempre ha sido un deseo parcialmente realizado hasta que, después de la Segunda Guerra Mundial, personas como Spinelli, Monnet, Adenauer o Schuman retomaron el sueño de una Europa sin guerras, basada en la cooperación, la economía y los Derechos Humanos. Fueron seis los países pertenecientes a la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (1951); en la actualidad, 2022, son 27 los países miembros de la UE y siete candidatos oficiales a formar parte de ella.

El sueño de una Europa unida, con el trasfondo del Imperio como telón de fondo, seha ampliado drásticamente. En este momento, a los países fundadores y a los países mediterráneos, se les han unido países de los antiguos territorios de Imperio Austro-Húngaro y de lo que fue el Imperio Ruso hasta la I Guerra Mundial. Europa, todos y cada uno de los países, está realizando un tremendo esfuerzo para construir, desde los Derechos Humanos y los principios democráticos, una Federación (o confederación en la actualidad) de estados.

¿Se está reconstruyendo un Imperio? Podríamos responder que sí, pero desde la aceptación de unas reglas comunes por parte de los estados-nación miembros. No cabe duda de que construir un conglomerado de países de esta forma implica tensiones constantes, pero es la única manera de construir mirando hacia el futuro. Las respuestas coordinadas, de la UE ante el COVID-19 y la invasión de Ucrania, nos permiten tener esperanzas en la UE, aunque no exenta de sobresaltos.

Francia. El Siglo XIX es, por excelencia, el siglo Imperio Francés, que llenaron los tres Napoleón; aunque Francia estuvo presente en el Mediterráneo desde el siglo XIII con Carlos de Anjou, en el Índico, Pacífico, Caribe, Atlántico y en territorios continentales de América, Asia. El imperialismo francés dejó su huella en numerosos lugares: en la invasión napoleónica de Rusia; en la partición de África y Medio Oriente; en los países del sur del mar de China y hasta en las Guerras del Opio con China. Hoy, Francia, sigue muy presente en los océanos del mundo por sus posesiones de ultramar, y en África por su influencia en muchas naciones de este continente. Algunos países de la “Francophonie” acusan a Francia de injerencias en los asuntos públicos. A veces, sus comportamientos, pueden tildarse de neocolonialistas. ¿Ayudará Francia a hacer posible una mayor presencia de África en el panorama internacional?

Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Cerca, muy cerca de la Unión Europea, está ese país que siempre ha formado parte de Europa y que, simplificada, aunque impropiamente, llamamos Inglaterra. Las razones por las que Inglaterra abandonó la Unión Europea, después de haber esperado años a ser admitida en ella, ante la negativa del General de Gaulle, son también históricas. La imperial Inglaterra fue eso, Imperial, por un relativamente corto periodo de tiempo aunque muy cercano al Siglo XXI. La “Inglaterra profunda”, la de la Libra y el Imperio Británico, se impuso a las ciudades como Londres con su “City”, que no veían razón de separarse de la UE y reconstruir el sueño imperial de la Commonwealth. La muerte de la Reina Isabel II, la caída estrepitosa de la Libra y las promesas incumplidas de Boris Johnson, han devuelto a muchos a la realidad de una Inglaterra imperial inexistente. Esperemos que tenga remedio, el error estratégico descomunal de querer reconstruir el Imperio a espaldas del resto de Europa.

Federación Rusa. El Imperio del Zar Nicolás II se vino abajo por la imposibilidad de mantener un régimen feudal en la Europa del siglo XX, pero también por la inmensa pérdida de vidas y territorio que supusieron las derrotas sucesivas ante Japón (1904-1905) y Alemania (Tratado de Brest Litovsk, 1918). La URSS recuperaría, después de la II Guerra Mundial, parte de lo perdido, para volverlo a perder con el colapso de la URSS (1990). Vladimir Putin y los llamados “Alcones” de la Unión Soviética, quieren recuperar relevancia e incluso territorios en lo que fueron Repúblicas de la URSS y que ahora son estados-nación soberanos. Esa ha sido una de las razones más poderosas que han provocado la invasión de Ucrania (2022); pero lo que parecía a ojos de Putin una conquista fácil, semejante a la de Crimea (2014), se ha complicado en extremo.

La posible derrota de Vladimir Putin, conveniente para la estabilidad del mundo, puede convertirse también en un quebradero de cabeza mundial. La razón es simple, a pesar de la independencia de muchos estados-nación que pertenecieron al Imperio Ruso bajo diversas denominaciones, aún hemos de hablar de la Federación Rusa como un conglomerado de pueblos. Son los “restos imperiales rusos”. La mano de hierro del régimen creado por Putin, sensiblemente semejante al estalinista, mantiene artificialmente unidos territorios y pueblos. El futuro de la Federación Rusa está en entredicho; el futuro de uno de los pocos imperios sobrevivientes, está en peligro. ¿Se podrá hacer una transición tranquila, controlada, pacífica y respetuosa?

República Popular China. Normalmente la llamamos China y, en la antigüedad, se llamaba a sí misma el Imperio del Centro. Por cierto, del centro del mundo y del centro del universo. La ambición de China, una vez que se abierta al resto del mundo y adquirido el suficiente “musculo financiero”, es volver hacer realidad el sentimiento de ser el “Imperio del Centro”, con una relevancia internacional acorde al título. La estrategia del “Belt and Road” para construir sus rutas comerciales para sus productos, buscando influir en los países incluidos en la esta “Nueva Ruta de la Seda”, se ha visto interrumpida por la COVID-19.

Pero, más importante aún que los problemas con el “Belt and Road” (Nueva Ruta de la seda), existe otro mayor aún, para el Imperio del Centro. El crecimiento económico del país está siendo muy desigual tanto si consideramos las zonas geográficas como si nos referimos a las etnias pertenecientes a China; además, la naciente “clase media” reclama cada vez más servicios que ha de atender el estado. Estos servicios sólo se van a poder dar a través de un cambio del sistema productivo chino, dejando de ser la fábrica del mundo, y pasando a ser un centro de innovación mundial;  pero es complicado transformar así una economía que ha de dar trabajo de calidad a 1400 millones de personas. Esta transformación sólo se puede dar a través de un periodo transitorio con un elevado crecimiento del PIB; en concreto un crecimiento constante de más dos dígitos del PIB cada año; pero el incremento esperado para el 2022 es sólo del 4,3%. El problema que esta situación presenta es, nuevamente, el peligro de la inestabilidad social en China; el crecimiento económico desequilibrado con un bajo incremento del PIB, puede ser el comienzo de una disgregación de determinadas zonas del país.

La cercanía actual, al XX Congreso Nacional del Partido Comunista Chino requiere un país tranquilo y en paz; ésta puede ser la razón por la que se sigue con las estrictas medidas de seguridad, de prevención ante los contagios del COVID-19. En definitiva, China se enfrenta a un serio problema de unidad nacional que, inevitablemente, pasa por una apertura ordenada del régimen hacia uno de mayores libertades personales. Ciertamente China “no está para muchas aventuras” con Rusia, con una guerra de  Ucrania desestabilizadora tanto respecto al comercio mundial como a la estrategia china de aparecer ante todo el mundo como un país que busca dar sin interés.

Los Estados Unidos de América. A los Estados Unidos se les llama, desde hace muchos años, “El Imperio”. A decir verdad, fue el heredero de los imperios europeos, especialmente el Imperio Británico, pero siendo un imperio renovado e innovador. Si los imperios Británico y Holandés, estuvieron básicamente al servicio de la economía de la metrópoli correspondiente, los Estados Unidos siguieron ese mismo camino pero, además, crearon un sistema global de gobernanza. La creación de las Naciones Unidas, la Declaración Universal de los Derechos Humanos y las Instituciones de Bretton Woods, fueron los tres pilares de la reorganización mundial; complementada, por supuesto, con la fuerza militar.

Los EEUU son, también, un imperio territorial en sí mismo, construido desde un pequeño núcleo de migrantes forzosos de Inglaterra y Holanda. Poco a poco se fueron creando estados, y ganando tierras, por conquista, compra o invasión. El sueño de llegar a las Montañas Rocosas se transformó en el sueño de llegar al Océano Pacífico y aún más allá. El sentimiento cuasi-mesiánico de los fundadores de los EEUU, causó que se autodefiniesen como la bíblica “ciudad sobre la colina” que ha de iluminar al mundo. Las gentes que vivían en los territorios comprados, conquistados o invadidos, así como las personas migrantes de Europa, tenían que hacer propio el “American way of life” (estilo de vida americano).

La “Guerra de Secesión” (1861-1865), fue la mayor expresión de las tensiones sociales entre grupos y concepciones de la sociedad: el Norte, desarrollado e industrial y el Sur rural y esclavista.

Las tensiones sociales internas de este enorme país se han vuelto a manifestar hace bien poco tiempo con el asalto al Congreso. Un asalto, apoyado o, al menos permitido, por el entonces Presidente Trump. La división interna en los EEUU ha tomado visos de ser una confrontación interna que, para algunos, hunde sus raíces en una Guerra de Secesión no suficientemente superada. Sea como fuere, lo cierto es que la diversidad cultural del país y la apertura del mismo a mundo global, está causando intensos enfrentamientos internos. El “América First” (lo primero pensar en los EEUU), está impulsando volver a los mesianismo de antaño, al encierro del país en sí mismo lejos de un mundo globalizado y a la intolerancia frente a los migrantes y diferentes. Confiemos que este país, el primero en hacer propios los valores de la Revolución Francesa, supere las tensiones internas desde los principios democráticos. Por ahora parece que las instituciones están funcionando adecuadamente; veremos lo que dicen los votos en las próximas elecciones.

Miguel Ángel Velasco cmf

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