Rescatando la identidad de los pueblos del Atrato. Construyendo Paz
I En el contexto del Conflicto Armado
Marcial Gamboa cmf
Parroquias de Riosucio-Carmen del Darién. Chocó
La región del Chocó colombiano, en la que indígenas y afro-descendientes han estado viviendo pacíficamente desde siglos, ha sido invadida por grupos armados de todo signo. Las personas que habitan este territorio sólo han sido importantes para estos grupos armados, en tanto en cuanto podían incorporar combatientes a sus filas; la mayoría de las veces obligados a punta de fusil o con amenazas a sus familias. Los intereses de estos grupos armados se centran en los recursos mineros y en la coca. La reconstrucción del territorio humano del Atrato implica ayudar a indígenas y afro-descendientes a restañar sus profundas heridas y a reconstruir su dignidad como personas y pueblos. Hacer esto es construir el diálogo y la paz en esta zona de mundo tan maltratada. Afortunadamente, tanto indígenas como afro-descendientes son personas con un corazón inmenso y una capacidad de resiliencia fuera de lo normal. La Paz es fruto de la Justicia (cfr. GS, 78)
Miguel Ángel Velasco cmf
El Chocó en medio de una historia de guerra
El Departamento del Choco, es un vasto territorio de Colombia ubicado al noroeste del país en la región andina y pacífico. Limita al norte con la República de Panamá y el mar Caribe (Océano Atlántico); al este con Antioquia y Risaralda; al Sur con valle del Cauca y al Este con el Océano Pacifico. Son 46,530 km2 de territorio en el que vive una población de 534,826 habitantes según el censo del 2018. Cuenta con tres ríos principales: el San Juan, el Baudó que da sus aguas el mar pacífico y el Atrato que las vierte al Caribe. Todo ésto hace que esta región tenga un potencial de crecimiento enorme.
En Colombia estamos envueltos en una ola de creciente de violencia, que involucra a los estratos medio y bajo de la sociedad colombiana; de esos grupos sociales se nutren los grupos protagonistas del conflicto armado activo por más de 50 años. Hoy en día se puede afirmar que el conflicto ha perdido toda su carga ideológica social y es un conflicto radicado en los intereses económicos y del narcotráfico. El conflicto sólo está dejando dolor y odio en las familias más humildes que son los que seguimos viviendo el drama; vemos como nuestros hijos se van a engrosar las filas de una guerra que solo deja en herencia la muerte.
Los grupos armados combatientes sólo buscan obtener dinero de diversos modos: la producción, transformación, y comercialización de la pasta de coca, manteniendo activas las rutas de distribución; la explotación de la minería ilegal; el corte de la madera; extorsionando a los comerciantes con el cobro de la “vacuna”. Todo esto, deja el territorio bañado de sangre por los grupos armados que, a diario, se diputan esta rutas de los dos mares; es éste, el del Chocó, un territorio estratégico para el comercio o el tráfico de la droga ilícita a los otros mundo.
El conflicto armado llego al municipio de Riosucio entre los años 1990 infundiendo miedo en el territorio con la presencia del ELN (Ejército de Liberación Nacional), permaneciendo allí un tiempo demasiado largo. Después, apareció en el territorio la FAR EP por un largo período de tiempo. Mientras, en el Urabá antioqueño, crecía “la autodefensa” (paramilitares). En aquél momento, lo que se decía era “el Urabá para los militares y Riosucio para los guerrilleros”. Todo ésto fue transformándose en una “bomba de relojería” que estallo en 1997 en el municipio de Riosucio. Aquél año llegaron a Riosucio los paramilitares y se produjo el bombardeo de los ríos Salaquí, la Balsa, Cacarica y Domingodó. Con la Operación Génesis del Ejército Nacional, se produjo un desplazamiento de miles de familias dejando el territorio prácticamente vacío. El territorio vaciado está, desde entonces, siendo un campo de explotación maderera por la empresa PIZANO S. A., que extrae de allí grandes cantidades de madera de “Katio”.
El conflicto se siguió agudizando en la zona de los ríos Salaquí, Truandó Domingodó, Curbaradó, Jiguamiandó y los pueblos del río Atrato. De allí partió la población en un éxodo de más de tres meses, cruzando ríos y quebradas, empujada por los fusiles de la FARC EP que la utilizó como escudo humano, con la promesa de un paro en la carretera de Urabá, por Mutata, para defender el territorio. Miles de familias llegaron hasta el corregimiento de Pavandó donde el Ejército Nacional los detuvo; allí, en Pavandó, se creó un asentamiento para desplazados. La continuación de la lucha armada y el confinamiento causaron la desaparición y muerte de muchas personas, entre ellos, numerosos líderes de la comunidad.
El conflicto sigue creciendo en este país por medio de grupos armados al margen de la ley, afectando la convivencia social, política y cultural de los pueblos afro-colombiano e indígena del río Atrato. Los grupos armados, controlan el territorio fusil en la mano o una pistola en el cinto, vistiendo uniforme militar; se hacen presentes en los pueblos y las reuniones comunitarias, intimidando a todos y generando el pánico. Silencian sistemáticamente a los líderes comunitarios que puedan ejercer la autonomía del gobierno de las comunidades; acalla, pues, a los representantes legales de los Consejos Comunitarios Locales. Lo mismo hacen con los gobernadores indígenas, violando la función que les reconoce el reglamento interno de los Consejos Comunitarios.
La guerra y la muerte se extienden hoy por el río Atrato y sus afluentes. La presencia de las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC), con su estrategia militar invasora, inunda los ríos, quebradas, carreteras, caminos y llega al centro de los poblados manteniendo así las AGC el control del territorio. Su organización militar es la siguiente: un comandante político, un comandante militar y un comandante. Forman un triángulo, que vigila todos los movimientos de las familias y controlan quién ingresa y sale de cada río, e informa de los movimientos de los pobladores. Ellos, los miembros del AGC, sí pueden ingresar personas externas al territorio para el monocultivo de la coca; es el de la coca un cultivo que pone en alto riego la seguridad alimentaria de la región.
La región del Darién chocoano no es una excepción respecto a las huellas de dolor y lágrimas calladas que gotean a diario en el silencio de la vida de madres y padres. Ellos sufren el daño que deja la guerra en su corazón; los desaparecidos en el Conflicto Armado son el fruto de sus entrañas. Es ésta, la situación de los más de 50 años de conflicto armado que no ha dejado en este país más que una profunda tristeza en cada ser humano. El río Atrato, el río que dá la vida a la región, guarda los restos de muchas personas que fueron maltratadas, asesinadas y luego arrojadas al fondo del río.
En los municipios de Riosucio y Carmen del Darién se creó la Asociación Canto a mis ancestros del Darién chocoano, en colaboración con la oficina de Unidad de Búsqueda de Persona Dadas por desaparecidas (UBPD). Pertenecen a esta asociación, familias con el mismo drama de llorar en silencio a sus hijos desaparecidos; en ella, buscan juntos a sus hijos, con la esperanza de que aparezca en algún lugar, en algún momento. La Asociación cuenta hoy con un censo de más de doscientas personas dadas por desaparecidas; la organización quiere seguir visibilizando la barbarie de la violación de los Derechos Humanos en la región.
Marcial Gamboa cmf
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