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Uniendo aquí y allá. Solidaridad y Misión en clave JPIC. ODS 10, 16, 17 ES

por | Abr 7, 2022 | Partners, Paz, People | 0 Comentarios

Uniendo aquí y allá

Miguel Tombilla Martínez cmf

Secretario Solidaridad y Misión. Prov. Santiago

La llegada de los ODS ha cambiado (o ha recogido un cambio previo) la manera de entender la realidad. Uno de estos cambios fundamentales es que todos tenemos deberes para con nuestro planeta y las generaciones futuras. Ya no se trata de que unos países más ricos ayuden a otros con menos oportunidades, sino de que todos hemos de remar en una misma dirección y todos hemos de hacer o dejar de hacer algo.

Desde que nos enseñaron por vez primera nuestro planeta desde el espacio nos dimos cuenta de su belleza, pero también de su fragilidad y de sus límites. Lo que antes era un mero escenario, la localización en la que los protagonistas humanos actuábamos, poco a poco ha pasado a convertirse en un sujeto[1]. No es solo un lugar que contiene la vida, sino que ella misma es vida en busca de equilibrio y con heridas abiertas por los seres humanos.

Todo lo anterior nos ha llevado a ir descubriendo que una de las premisas básicas de la vida (que ya se percibía con claridad desde la biología): que todo está conectado, para bien y para mal. Que cualquier omisión, acto individual o colectivo es también un acto moral porque repercute, positiva o negativamente, en otros seres humanos y ecosistemas.

Otra gran revolución es el gran flujo de información que tenemos constantemente. Ya nadie puede decir que no tiene manera de enterarse de lo que está pasando en el mundo, por lo menos desde occidente. Aunque también es cierto que existe una gran brecha digital y que intereses de política totalitaria o empresariales poco éticos esparcen desinformación y propaganda. Otra paradoja es que nunca como antes está en riesgo la libertad de prensa en muchos países.

Laudato sí y Fratelli Tutti también nos han ayudado en esta universalidad concreta y en todas las cuestiones sociales que se derivan de todo ello. Hemos redescubierto que los problemas son de todos y la búsqueda de soluciones también lo es. Hemos redescubierto el cambio social y el compromiso por la justicia como centrales en nuestra fe y no como meros adornos de ideologías que nos enfrentaban. Ya no somos rojos o verdes, somos creyentes que buscan soluciones a problemas que ayudamos a crear con lo que vivimos, como individuos y como instituciones. Y lo hacemos con otros, hombres y mujeres de buena voluntad a los que acompañamos como ciudadanos de esta gran Tierra que es para todos y para las generaciones futuras.

También desde la fe está surgiendo una relectura del concepto de catolicidad desde una perspectiva algo novedosa. Catolicidad como la capacidad que tenemos siendo Iglesia (entendida como pueblo de Dios, no sólo la jerarquía) de tejer redes nacionales e internacionales e influir en la toma de decisiones políticas como comunidades locales que formamos parte de un todo mayor conectado.

Aún nos queda mucho camino por delante, pero ya se han ido creando estructuras y conciencia que van dibujando realidades distintas. Un ejemplo lo tenemos en estos días con la “Caravana europea de la red latinoamericana Iglesia y Minería”[2]. Personas procedentes de comunidades eclesiales latinoamericanas están pasando por distintos países (Bélgica, Alemania, España, Austria…) haciéndonos caer en la cuenta de que muchas de las empresas extractivistas que operan en sus países, con casi total impunidad frente a violaciones de derechos humanos y ambientales, están financiadas por las inversiones que hacemos como comunidades eclesiales y como ciudadanos. Se han reunido con interlocutores de la sociedad civil y eclesial porque son dos referentes necesarios.

Hoy lo que buscamos no es solo solucionar un problema concreto (que también), sino seguir yendo cada vez más a la raíz. Entendemos que los problemas de otros países se han de combatir desde las causas profundas que los causan y estas están situadas, no pocas veces, en políticas o empresas occidentales (de ahí a importancia de la Incidencia Política o de una Ley de Debida Diligencia).

También creemos que occidente tiene que seguir apoyando a personas y colectivos vulnerables que viven en nuestro territorio, de ahí lo imprescindible de la acción social y de temas como las migraciones, los refugiados, la carencia energética, el acceso a los derechos básicos… Las sociedades que garantizan derechos, como las nuestras, no están libres de la gran tentación de los nacionalismos excluyentes y más concretamente de la ultraderecha. Europa sufre de “populismos” en este gran caldo de cultivo que son las sucesivas crisis que estamos viviendo. Casi ningún país en occidente se libra ya de grupos que manejan muy bien el lenguaje del miedo y de la desinformación. Es muy fácil crear enemigos, sobre todo cuando éstos son los más vulnerables de la sociedad.

Como instituciones creyentes también nos situamos en la defensa de los más desfavorecidos de aquí y de allá. Y más ahora que, debido a los movimientos migratorios de personas, muchos “aquís” se van convirtiendo también en “allás” para dar nacimiento a algo socialmente nuevo, no exento de retos. Un ejemplo de esta lucha es la Iniciativa Legislativa Popular para la regularización de 500.000 migrantes en España: Esenciales[3]. En ella estamos multitud de instituciones y actores sociales, muchos (desde el inicio) de carácter eclesial. En este caso Redes[4] (con más de 52 ONGs la mayoría de congregaciones religiosas) forma parte de este gran conglomerado. La mayor parte de estas ONGs son de desarrollo, algunas de acción social y otras, las menos, híbridas como es el caso de Fundación Proclade. El gran tesoro de Redes es ser expertos en Cooperación Internacional y todo lo que ello implica en campos como la educación para la ciudadanía global, el traer a este lado del mundo las realidades que hoy ya no están tan lejos, el voluntariado internacional… Pero esta experiencia tan rica la podemos y sabemos aplicar al contexto europeo en el que vivimos y en los casos de intervención social que se hacen desde esta clave.

Para terminar, solo recordarnos algo importante que a veces olvidamos. Las congregaciones religiosas sabemos mucho (somo expertos como se dice ahora) de misión y de contextos diversos. Estamos a pie de calle y, en la mayoría de los casos, con una clara apuesta por los más vulnerables. Somos sociedades interculturales e intergeneracionales, capacitadas para el diálogo y para el discernimiento. Creemos y practicamos (ojalá que cada vez más por opción y no solo por obligación) la vida y la misión compartida. Unimos Norte y Sur de manera natural porque lo somos y nos gusta esta mezcla, aunque nos cueste. Muchos de nosotros hemos salido y vivido fuera de nuestro país de origen y hemos experimentado la dificultad y el gozo de reconstruirnos de algún modo. Por ello también somos puente entre aquí y allá. Por ello, nuestras estructuras han ido creciendo en esta comprensión de acercar lo alejado, curar heridas, buscar la paz, soñar reconciliaciones, de cuidar la Creación, todo desde la pluralidad de una congregación y de una iglesia universal empapada de local que capacita y recrea lo que no puede dejar de estar conectado.

 

Miguel Tombilla Martínez cmf

Secretario Solidaridad y Misión. Prov. Santiago

[1] Laudato Sí llega a hablar de la Tierra como la más pobre entre los pobres

[2] https://www.enlazateporlajusticia.org/visita-iym/

[3] https://esenciales.info/

[4] https://www.redes-ongd.org/

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