UN. New York City

En la última entrega de este blog, dejamos al maestro señalando al discípulo la inmensidad de la Luna y al discípulo preguntándose por qué su maestro le mostraba el dedo. Quedarnos mirando al dedo del Coronavirus, con lo importante que es resolver esta tragedia, no nos exime de examinar el fondo de los problemas de la humanidad para encontrarles solución. 

Se ha repetido hasta la saciedad que estamos en un mundo interconectado. Los problemas más agudos de nuestra realidad actual, cambio climático, infecciones, conflictos bélicos interminables, migración, depresiones económicas, no se pueden solucionar sin la colaboración de todos, porque son globales. Durante estos últimos decenios hemos pasado por tres escenarios: Guerra fría entre dos bloques de ideología-poder; unilateralismo de EEUU-Europa, tras la caída del Muro de Berlín; multilateralismo incipiente entre EEUU, China, Europa y Rusia. El COVID-19 no sólo ha reafirmado la interdependencia de los países, sino que también ha puesto en cuarentena el modelo de relaciones internacionales. 

Hay temor a que la situación de pánico provocada por el coronavirus haga retroceder a los países hacia un encerramiento autárquico. El presidente Trump se reafirma en su política de reducción o supresión de aportes económicos a los organismos multilaterales. China oculta datos y trata de sacar partida diplomática del COVID-19, creando su propia narrativa sobre cómo China a ganado la batalla. Europa entra en una crisis en la que luchan los intereses electoralistas de Holanda y la construcción de una UE más allá del mercantilismo (Hansa). América se divide entre países que buscan cuidar la economía (Brasil y México) y los que buscan la protección de los ciudadanos. África, sola, casi sin recursos estructurales para poder controlar la epidemia, se pregunta qué pasará. Quizá por esta incertidumbre, las grades personalidades de referencia mundial, como el Papa Francisco o el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, han prodigado más que nunca sus llamadas a la unidad, la cooperación y el multilateralismo. 

Es la hora de que Banco Mundial, Banco para la Coorperación y el Desarrollo, Fondo Monetario Internacional, G7, G20, demuestren que realmente se constituyeron para ayudar a todos los países. Las cadenas mundiales de producción han creado zonas específicas del mundo donde se diseña y otras donde se elaboran los productos; esto, salvados los excesos, ha servido para sacar de la pobreza extrema a millones de personas. Es la hora de rediseñar el sistema económico, corrigiendo los errores, para mejorarlo. No es el momento de la imposible autarquía; no podemos pensar en cerrar nuestros países o zonas territoriales buscando nuestra salvación, sin pensar en el resto del mundo; sería suicida e insolidario. 

¿Hacia dónde ir entonces? Esta no es la primera ni va a ser la última crisis mundial. Las soluciones, mirando al futuro, han de ser globales. Es momento de dar más importancia a la Gobernanza mundial; de darle más peso a instituciones como Naciones Unidas. La Sociedad civil (universidades, empresas, ONG, investigadores), junto con los representantes políticos de las naciones de todo el mundo, han diseñado un marco global de trabajo: La Agenda de Desarrollo Sostenible 2030. Quizá haya que cambiar el 30 por el 35 o el 40, pero esa Agenda es el horizonte común de trabajo para los países, los bancos mundiales, los políticos y la Sociedad Civil. ¿Ha llegado la hora de una reforma de la ONU que haga más posible una gobernanza mundial?

El los siglos pasados liderar era sinónimo de líder, de buscar la persona adecuada que tuviese la visión de futuro que guiase a todos. Se buscaba constantemente un Moisés o un Alejandro Magno. Hoy, después de comprender la enorme complejidad de nuestro mundo, se necesita que sean las organizaciones, las que lideren. Ciertamente organizaciones con un líder interno, pero con la labor fundamental de hacer aflorar y coordinar las cualidades y habilidades, de cada miembro del grupo, hacia un horizonte común. La Agenda de Desarrollo Sostenible nos ofrece la “Misión” y la “Visión” de la humanidad en este momento; pero necesitamos crear redes de solidaridad y cooperación para acelerar su implementación. Hablar de Desarrollo sostenible representa darle la vuelta al calcetín al sistema productivo, pero es posible si lo abordamos entre todos.

Cada entidad de la Sociedad Civil habrá de buscar qué aportar a la realización de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible. Nadie sabe hacer de todo; pero juntos lo podremos todo. Cada organización habrá de preguntarse primero sobre las necesidades del lugar donde desarrolla su actividad, después sobre aquello en lo que es experta para, finalmente, centrar su trabajo en un conjunto concreto de ODS. Trabajando en alianza con otros podremos lograr, entre todos, impulsar la totalidad de la Agenda 2030. El ODS 17 dice así: “Fortalecer los medios de implementación y revitalizar la Alianza Mundial para el Desarrollo Sostenible”. Es una llamada a incrementar la colaboración en el seno de las organizaciones supranacionales de estados y entidades de la sociedad civil. Es también una llamada a la estrecha colaboración, dentro de cada país, entre gobierno y sociedad civil. Es clara la opción por lo multilateral, entendido como colaboración entre todos los posibles agentes de cambio.

Como Misioneros Claretianos hemos de profundizar más en el conocimiento de los 17 Objetivos y las 169 metas para detectar, en cada conferencia o país, cuáles son los objetivos y metas que hemos de asumir. Desde el conocimiento de la Agenda y el análisis de la realidad de cada zona del mundo, podremos señalar las prioridades comunes, para toda la Congregación, en todo el mundo. El procedimiento de toma de decisiones es exactamente igual al de otras organizaciones globales; cada una tiene definidos su Misión, Visión y Valores. Los de los Misioneros Claretianos están señalados en las Constituciones y los Capítulos General y Provinciales.

Miguel Ángel Velasco cmf

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