Miguel Ángel Velasco cmf
Miembro del cmfUNteam
Hace pocos días me encontraba en una celebración de Caritas diocesana en una ciudad de España. Todas las ONG han tenido que reaccionar ante el COVID-19 y trabajar, más intensamente que antes. En Caritas, Los trabajadores, voluntarios, grupos parroquiales, arciprestales y diocesanos, están llevando a cabo un trabajo agotador de atención personalizada. La distribución de alimentos ha vuelto a convertirse en una de las prioridades, junto con la formación e inserción laborales, los estudios estadísticos sobre la realidad, la lucha contra la precariedad laboral, el intenso trabajo sobre la no discriminación por genero y violencia contra la mujer, la defensa del derecho de los niños, la aportación del 0,7% del PIB o los trabajos en la Amazonía. La colaboración con otras ONG, gobiernos y ayuntamientos se ha hecho más intensa. ¿Podemos decir que Cáritas ha olvidado su raíz cristiana por tener estos campos de acción?
Hace todavía menos días formé parte de un encuentro de Apostolado y Misión de los Misioneros Claretianos. Se abordó, entre otros temas, la participación de la Congregación de Misioneros Claretianos en la implementación de la Agenda 2030 de Objetivos para el Desarrollo Sostenible. Algunos de los presentes en el encuentro Zoom se planteaban, con toda legitimidad, si asumir la Agenda 2030, como uno de los componentes de nuestra Misión en los próximos años, era algo legítimo: “somos misioneros, anunciadores de la Palabra de Dios”. ¿Qué lugar ocuparía la Agenda 2030 en este contexto? ¿Podríamos decir que, si asumimos la Agenda 2030 como parte de nuestro horizonte misionero, los Claretianos habríamos olvidado nuestra raíz carismática?
La respuesta, en los dos casos, puede responderse con una cita del Evangelio de Lucas, sobre el encuentro de Jesús resucitado con los Discípulos de Emaús: “Respondiendo uno de ellos, llamado Cleofas, le dijo: ¿Eres tú el único visitante en Jerusalén que no sabe las cosas que en ella han acontecido en estos días?Entonces Él les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: las referentes a Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo” (Lc. 24, 18-19). La Buena Nueva es el anuncio que algo que está “por llegar” y de algo “que se está realizando” en la totalidad del ser del hombre y de la sociedad. Caritas desarrolla todo su trabajo desde la profunda experiencia del amor de Dios, que se manifiesta en la atención cercana a cada persona, dando respuestas individualizadas y estructurales; al estilo de Jesús, Caritas es un “profeta poderoso en obras y palabras”. Respecto a los Misioneros Claretianos, podemos decir que no se puede ser profeta si no se aúnan “hechos y palabras”. Es conocida la frase referida a Jesús: alguien tal humano no podía ser sino Dios mismo; y es que la presencia de Jesucristo en la historia es para “dar Vida Nueva” a cada hombre, a toda la Historia humana y a la Creación entera.
¿Qué tiene que ver esto con la Agenda 2030? Si realmente creemos en la presencia del Espíritu en el mundo y en la historia humana, hemos de buscar los signos y rastros de su presencia. Cuando hombres de buena voluntad del mundo entero buscan, con sinceridad, qué es lo mejor para nuestro mundo es, casi seguro, que el Espíritu les va a “echar una mano”. Sería conveniente, como han hecho el Papa Francisco y los principales líderes de las grandes religiones, que viésemos en la Agenda 2030 uno de esos SIGNOS DE LOS TIEMPOS que hemos de tomar como Signos del Espíritu. Sería una tristeza, y un pecado, que no buscásemos la forma de hacerlos nuestros.
¿Y qué hay del título de este artículo? ¿Qué pasaría si la sal se volviese sosa? ¿Qué pasaría si Caritas o los Misioneros Claretianos perdiésemos la raíz que es Cristo? Podemos traer otro texto bíblico, esta vez del Evangelio de Juan: “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.” (Jn. 15, 5). Justamente sucedería eso, pero además, privaríamos al resto de ONG, o al resto de organizaciones de nuestro mundo, de algo que necesitan y que sólo desde Cristo se puede dar. Hemos de ser profetas en obras y palabras, desde la Vid que es Jesús.
En la colaboración con otras instituciones para la implementación de la Agenda 2030, simplemente habríamos de manifestar quiénes somos y que es lo que nos mueve a estar allí: nuestro compromiso cristiano por un mundo fraterno. En el caso de nuestras obras propias, en muchas de nuestras actividades, atendemos a personas creyentes y no creyentes; en ese caso, normalmente, todos saben quiénes somos y no deberíamos ocultar la razón por la que, como cristianos-católicos, damos tanta importancia a la Agenda 2030. En nuestros Institutos de Vida Religiosa, parroquias y colegios confesionales habremos de estudiar el sentido de la Agenda 2030 y hacer una relectura en clave cristiana, desde la Laudato Si.
El documento final del XXV Capítulo General nos presentaba los rasgos actualizados de nuestra Misión. Nos dice que: hemos de sabernos, “En Comunidad”, “Enviados a evangelizar y escuchar a los pobres”; trabajando codo con codo “Con toda la Iglesia y quienes buscan la transformación del mundo” y estando “Abiertos a todo el mundo en diálogo profético”. Entrar en la dinámica de la Agenda 2030 de Objetivos para el Desarrollo Sostenible es una oportunidad de oro para ser Claretianos en el mundo del siglo XXI. Para ser Misioneros desde el “fuego del Espíritu” que nos hace “Oyentes y servidores de la Palabra”; un Espíritu que habla en el mundo, la historia y la humanidad concretas, como lo vemos reflejado en María.
Papa Francisco. Pacto global por la educación
Perdonad que no pueda terminar sin hacer una referencia a la educación en los colegios de los Misioneros Claretianos. En los colegios en los que damos un servicio a alumnos de diferentes confesiones cristianas y religiones, tenemos la posibilidad de construir un diálogo fructífero en esta “plaza o areópago común” que son los ODS2030. En los centros educativos de países católicos, la Agenda 2030 representa también una enorme oportunidad de integrar en el Proyecto educativo (Libro de valores) la Educación para la Ciudadanía Global; pero, además, sería un enorme fallo no comprender estos centros educativos como lugares en donde se tiene que reflexionar sobre lo que representa la Agenda 2030 para los católicos. La Agenda 2030 debe servir, en los centros con ideario católico, como un instrumento para ahondar en el compromiso que, como católicos-cristianos, tenemos en la transformación de este mundo en una familia de hermanos.
Miguel Ángel Velasco cmf
Miembro del cmfUNteam
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