2023.¿Un mundo sin leyes internacionales comunes? ODS17
Miguel Ángel Velasco cmf
Master in Development Studies and Diplomacy. UNITAR
La revista especializada en el análisis de las relaciones internacionales “Foreign Policy” (diciembre 2022), recogía cinco temas claves a tener en cuenta para el este año 2023 que acabamos de comenzar. Traigo aquí los títulos de cada uno de los cortos apartados del artículo de la citada revista: “Más fricción entre Estados Unidos y China”; “Se avecinan problemas económicos”; “La revolución de Irán no ha terminado”; “Trump podría irse pronto, pero sus políticas no lo harán”; “La unidad europea se está deshilachando”.
Los dejo aquí enunciados porque veo importante estar atentos a cada uno de ellos, sobre todo porque “Foreign Policy” los señala como claves del año. De todas maneras, quiero poner el acento en algo distinto que ha centrado el año 2022 y creo que va a estar muy presente en los años venideros: la defensa del “Orden internacional basado en leyes universalmente aceptadas”.
La invasión de Ucrania por Vladimir Putin.
Lo primero de todo analizar las cambiantes relaciones que ha mantenido Rusia con el “mundo occidental” en las últimas décadas; con posterioridad al final de la Guerra Fría. Podemos agruparlas en cuatro momentos:
- Desconcierto, inmediatamente después de la desintegración de la URSS.
- Apertura política de la Federación Rusa a los estilos y organizaciones del “Mundo Occidental”.
- Giro de las políticas internas del país hacia modos dictatoriales y giro externo centrado en intervención y anexión territorial de países vecinos.
- Invasión de Ucrania.
Las dos últimas etapas y, en parte, de la segunda, han sido conducidas por Vladimir Putin. Pareciera que, en la mente de Putin, estuviese, desde el principio, una estrategia que comenzaba por atraerse a los países occidentales, sobre todo con los recursos energéticos, para pasar después a implementar sus objetivos finales. Los objetivos finales serían volver a tener la relevancia internacional, perdida y añorada; esto, aunque fuese vulnerando las fronteras de estados-nación internacionalmente reconocidos como tales.
La invasión de Ucrania, además de la tragedia que está haciendo vivir a ucranianos y rusos, tiene unas repercusiones internacionales de primer nivel: la ruptura de las leyes internacionales. Se ha hablado mucho en los últimos meses, de la necesidad de defender el “Orden internacional basado en reglas universalmente admitidas”. A decir verdad, hemos de admitir que ni siquiera la Declaración Universal de los Derechos Humanos, está universalmente sustentada en tratados rubricados por todos los países; peor situación encontramos si analizamos su cumplimiento. Es bastante común que acuerdos internacionales aprobados en conferencias promovidas por Naciones Unidas no estén ratificados por numerosos países. Incluso dictámenes del Tribunal Internacional de La Haya no se han aceptado por países que han recibido un fallo judicial contrario a sus tesis. La no aceptación de los fallos de los tribunales internacionales, suele darse en el caso de que el país contrariado sea uno de los “poderosos”.
Si la falta de aceptación de la normativa internacional por algunos países es una conducta más o menos común, ¿por qué en el caso de Rusia se menciona tanto la necesidad de mantener en activo las relaciones internacionales basadas en normas universalmente aceptadas? ¿Por qué se está acusando tan directamente a Rusia de romper el equilibrio internacional basado en leyes? La respuesta es que Rusia ha roto repetidamente el estatus fronterizo de “estados-nación” reconocidos internacionalmente como tales. La invasión de Ucrania ha venido precedida de otras anexiones territoriales en Georgia y en Crimea. ¿Hasta dónde pretendería llegar Rusia en su carrera de anexiones?
La mayoría de los comentaristas de política internacional atribuyen a Putin un fallo mayúsculo en sus cálculos en la invasión de Ucrania. Putin habría dado por ciertas algunas hipótesis que han resultado falsas: el presidente Volodimir Zelenski abandonaría el país; los ucranianos se rendirían fácilmente ante el pavor a los rusos; la incontestable superioridad militar rusa; los países occidentales, muy divididos, no reaccionarían ante la invasión, como sucedió en el caso de Crimea; los gaseoductos y oleoductos que llevan la energía a Europa serían irreemplazables. Algo de razón tenía en sus apreciaciones, pero, desgraciadamente para él, en un porcentaje muy pequeño. A pesar de los costes de todo tipo que está suponiendo la guerra de Ucrania para cada país y para los ciudadanos occidentales, la alianza entre EEUU y la UE se ha reforzado significativamente. ¿Por qué razón se está logrando que, a pesar de las discrepancias, países como Francia, Alemania, Polonia, Hungría y EEUU estén trabajando juntos en el suministro bélico o en las sanciones a Rusia? ¿Por qué razón naciones como Suecia y Finlandia han pedido su admisión en la OTAN?
En el análisis y prospectiva de Occidente hay una cosa clara: Vladimir Putin no pretende sólo anexionarse Ucrania. En su propósito estaba afianzar su presencia en Bielorrusia y aumentar, cuando menos, su influencia en los Balcanes y en los países de Asia Central. Que Putin hubiese conseguido anexionarse Ucrania, sin una reacción clara los países occidentales, hubiese supuesto el comienzo de una peligrosa expansión rusa. Para complicar más las cosas, no sólo Rusia estaba atenta a lo que sucedía con Ucrania; China ha estado, desde el principio de la invasión de Ucrania, muy atenta a las reacciones de los países occidentales.
El factor chino
China tiene numerosos conflictos territoriales en el sur del Mar de China. Disputas territoriales con Vietnam, Filipinas, Bruney y Malasia, sobre islas, islotes, bancos de arena y arrecifes. Pero, sobre todo, reivindica Taiwan como parte del territorio chino, no reconociendo su estatus de nación-estado independiente. China ha estado observando la reacción de Occidente a la invasión de Ucrania. Si el conflicto ucraniano se saldade a favor de Rusia, sería imaginable que China tratase de apropiarse de territorios de otros países o se plantease incluso la invasión de Taiwan.
Parece que el final del conflicto en Ucrania, sea pronto o tarde, no va a dejar en buena posición a Vladimir Putin, pero si la respuesta de Occidente ante la agresión de Putin hubiese sido fría, quizá China, en estos momentos, estaría planteándose alguna acción concreta respecto a sus conflictos territoriales. No cabe duda de que tanto EEUU como la Unión Europea, Japón, Corea del Sur, Vietnam, India o Australia, han visto esta situación como muy posible. Si Rusia venciese en la guerra de Ucrania tendría muchas repercusiones tanto en el entorno de la Federación Rusa como en el entorno de China. Sería el final de la construcción de las relaciones internacionales basada en tratados, acuerdos y leyes internacionales. Entraríamos en una fase de incertidumbre que nos haría retroceder siglos en la historia, hasta el Congreso de Viena (1815), después de las guerras napoleónicas. En Viena se habló de las fronteras europeas, en la actualidad tendríamos que hablar de la incertidumbre sobre las fronteras del mundo entero.
La inestabilidad interna de Rusia y de China
Dejo a un lado la relativa estabilidad interna de la democracia en EEUU y la debilidad de la cohesión de la Unión Europea, Lo dejo a un lado porque no tienen parangón con las incertidumbres que se ciernen sobre Rusia con un Vladimir Putin derrotado en la guerra de Ucrania. ¿Quién sería su sucesor, alguien del Kremlin, uno de los oligarcas rusos, un personaje externo al Kremlin? ¿Sería, el hipotético sucesor de Putin, más tendente a la democracia y al diálogo o más agresivo y expansionista que el mismo Putin? ¿Qué sucedería con las repúblicas que componen actualmente la Federación Rusa, estaríamos ante una segunda desintegración del “Imperio Ruso”, semejante a la que se dio después de la caída del muro de Berlín? ¿Cuáles serían las consecuencias de un hundimiento del poder ruso en el este de Europa, el Cáucaso, Asia Central? ¿Cuáles serían las consecuencias de la pérdida del poder ruso en países de África actualmente vinculados a Moscú? ¿Cuál sería la reacción de la población rusa, estaríamos en una situación semejante a la crisis del Zar Nicolás II y la Revolución bolchevique de 1917? Veremos. Muchos interrogantes se presentan en torno a Vladimir Putin, su continuidad y su sustitución.
Respecto a China, el monolitismo del último Congreso del Partido Comunista Chino, nos presentó a un Xi Jinping aparentemente dueño y controlador de todo. El control férreo de los contagios por COVID-19 a través de confinamientos y vacunas, vendido como un éxito claro sobre Occidente, se ha manifestado como un tremendo error. Las protestas y pequeñas sublevaciones se han diseminado por toda China. La crisis economía y el “desacople” de la economía china y la occidental, está generando unos incrementos de PIB muy bajos para la economía china. Nuevamente esta inestabilidad no es buena para China y, en muchos aspectos, no es buena tampoco para el resto del mundo. Habrá que esperar al final de 2023 para hacer balance.
Relaciones internacionales en transición hacia un nuevo paradigma
El título de este artículo: “2023. ¿Un mundo sin leyes internacionales comunes?”, podía sonar excesivamente alarmista. Ciertamente tenía algo de titular de artículo periodístico, pero hemos estado, quizá estemos todavía, a punto de entrar en una era de incertidumbre sin precedentes en las relaciones internacionales. El año 2023 será clave para determinar si podemos volver a transitar si pausa, los caminos señalados, por ejemplo, por la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y los principios del multilateralismo constructivo. Espero que esto sea viable lo antes posible. Los cristianos católicos tenemos excelentes orientaciones en las encíclicas de los últimos papas y en la Doctrina Social de la Iglesia en general, para saber cuál es el camino que hemos de seguir.
Miguel Ángel Velasco cmf
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